Pureza, Jonathan Franzen, p. 308-309
El trópico fue una revelación
olfativa. Se dio cuenta de que, por el hecho de proceder de un lugar templado
como la otra Santa Cruz, su Santa Cruz, era como una persona que hubiera
desarrollado la vista en un lugar de luz escasa. Había tal escasez relativa de
olores en California que la interconexión de todos los olores posibles no
llegaba a hacerse evidente. Pip recordaba a una profesora de la universidad que
explicaba por qué todos los colores que el ojo humano es capaz de distinguir se
pueden representar en una rueda de colores bidimensional: porque la retina
tiene receptores para tres colores. Si la evolución hubiese dado a la retina un
cuarto receptor, habría resultado necesaria una esfera de colores tridimensional
para representar todas las distintas maneras en que un color se fundía con
otro. Pip se había resistido a creérselo,
pero los aromas de Los Volcanes la estaban convenciendo. ¡Cuántos olores distintos
sólo para la tierra! En un lugar tenía un olor reconocible a clavo, en otro a
bagre; una marga arenosa parecía hecha de cítricos y tiza, otras desprendían
elementos de pachulí o de rábano picante. ¿Acaso había algún olor que no
pudieran emitir los hongos en el trópico? Pip rebuscó en el bosque, saliéndose
de los senderos, hasta que dio con la seta de la que emanaba un olor a café
tostado tan potente que le recordaba el de la mofeta, lo cual a su vez le
recordaba el chocolate, que le recordaba el atún; los olores del bosque emitían
cada una de esas notas e hicieron que tomara conciencia, por primera vez, de
los receptores que, en su nariz, se encargaban
de distinguirlos. El mismo receptor que se había activado ante el cannabis en
California respondía también a las cebollas silvestres en Bolivia. En menos de
un kilómetro a la redonda en torno al recinto había cinco olores florales en el
espectro común de las margaritas, que ya de por sí emitían un olor muy similar
al de la orina de cabra secada por el sol. Al caminar por los senderos, Pip imaginaba
cómo debían de sentirse los perros, que no consideraban repulsivo ningún olor y
experimentaban el mundo como un paisaje multidimensional en el que se sucedían,
sin solución de continuidad, olores interesantes y relacionados entre sí. ¿No era
esto como el cielo? ¿Como experimentar el éxtasis sin tomar éxtasis?
No hay comentarios:
Publicar un comentario