"Él se lo buscó", dijo el honorable Giulio Andreotti, con el cadáver aún caliente.
Pier Paolo Pasolini murió víctima de una conspiración política
El escritor y cineasta Pier Paolo Pasolini no fue asesinado por el joven Pino Pelosi sino en una emboscada premeditada, según las hipótesis del Ayuntamiento de Roma, presentadas ayer, jueves, por el abogado Guido Clavi, quien ha pedido a la Fiscalía de la ciudad la reapertura de la investigación sobre el asesinato, ocurrido en la noche del 2 de noviembre de 1975 en un descampado de Ostia, localidad costera cercana a la capital.El asesinato del director habría sido fruto de una emboscada premeditada con el fin de acabar con "una voz incómoda en la Italia de los años setenta", la de un intelectual que se "alzaba contra la clase dirigente", y no un acto de defensa de Pelosi, que entonces tenía 17 años, explicó. En la noche del asesinato, Pasolini habría ido a la plaza del Cinquecento no a seducir a chicos, sino porque tenía una cita con quien aseguraba ser el autor del robo de unos de los rollos de su película Saló.
Un vitalista desesperadoAniversario de la muerte de Pasolini «¿Yo? Una desesperada vitalidad». Esta autodefinición contenida en uno de sus mejores poemas no puede ser más clarividente. Vitalista desesperado, intelectual hipercrítico, martillo de los poderosos, develador de tabúes, lobo solitario siempre en los márgenes de la sociedad, pesimista de la inteligencia y optimista de la voluntad, parafraseando a su querido Gramsci, Pier Paolo Pasoolini (1922-1975) fue un hombre en lucha constante consigo mismo.
«Ha muerto un poeta», dijo Alberto Moravia cuando fue asesinado. Y lo era en el sentido de lo que escribió en Las bellas banderas (1962): «Los poetas, estos indignados eternos, estos campeones de la rabia intelectual, de la furia filosófica». Ellos eran los encargados, como lo fue Pasolini, de crear artificialmente «estados de emergencia» para despertar y sacudir las conciencias «normalizadas».
A punto de cumplirse 30 años de su asesinato, el Círculo de Bellas Artes de Madrid está recordando a uno de los creadores más inquietantes del siglo XX, con la exposición Palabra de corsario (título inspirado en sus polémicos Escritos corsarios), la proyección de sus grandes largometrajes y de documentales inéditos y la celebración de un congreso sobre su vasta obra literaria y cinematográfica. La muestra, que puede contemplarse hasta el 30 de octubre, reúne 500 piezas (textos manuscritos o mecanografiados por el artista, artículos periodísticos, dibujos originales, primeras ediciones, libros anotados, fotografías) y es una de más ambiciosas que se le han dedicado, incluso en Italia.
El comisario de la misma, Alessandro Ryker, asegura que ha pretendido «devolverle su condición de literato puro que en un momento de su vida coge una cámara a hombros para seguir expresándose literariamente». Las más de 25.000 páginas que recogen sus obras completas avalan su trayectoria como escritor; las 1,2 millones de citas en Interenet demuestran su vigencia.
La exposición se inicia y se cierra con dos fotografías de Pasolini desnudo. La primera le muestra cuando era un bebé regordete de cara asustadiza; la última, es de octubre de 1975, días antes de ser asesinado, y se le ve sentado en una cama leyendo atentamente un libro. Cincuenta y tres años separan ambas instantáneas, una vida que quedó segada el 2 de noviembre de 1975.
Hijo de un teniente de infantería, acérrimo fascista, y de una maestra a la que siempre adoró, Pasolini nació en Bolonia el 5 de marzo de 1922. Con poco más de tres años tuvo una experiencia que le hizo consciente de su homosexualidad y marcó su existencia. Años más tarde la bautizó como teta veleta el «agudo sentimiento sexual» que sintió al ver las piernas de unos jovencitos que jugaban en un jardín. «Si lo recuerdo siento perfectamente, en mis vísceras, la ternura, la ansiedad y la violencia del deseo», escribió. «Lo más importante en mi vida ha sido mi madre / se ha sumado, sólo ahora, Ninetto» (Poeta de las cenizas, 1966), escribió en referencia a su actor preferido y amante Ninetto Davoli.
Su homosexualidad le creó problemas a lo largo de su vida, no sólo con los sectores más conservadores, sino con su propio partido. Pasolini se afilió al PCI en 1948, pero fue expulsado al año siguiente tras ser denunciado por corrupción de menores y actos obscenos en un lugar público por los Carabineros de Cordovado. «Mal que os pese, soy y seguiré siendo comunista, en el sentido más auténtico de la palabara», respondió a sus camaradas que lo habían echado por «indignidad moral y política», sin esperar siquiera a que fuera juzgado.
«No sólo hay que comprometerse con la escritura / sino con la vida», escribió en Poeta de las cenizas. Pasolini nunca hizo concesiones, despreciaba las convenciones y vivió al límite. Para fortuna de los estudiosos «no tiene pudores, no oculta nada, tiene una absoluta libertad de pensamiento» (Ryker).
Fue un comunista muy alejado de la ortodoxia que tuvo tres ídolos, Cristo, Marx y Freud, un homosexual cuya obra no puede emparantarse con la cultura gay, un ateo que realizó El Evangelio según Mateo (1964), una de las mejores películas religiosas de la historia, un anticlerical que reconocía que dentro de él estaba la «fuerza poderosa» de dos mil años de cristianismo. «La profunda e irresuelta contradicción pasoliniana nacía del hecho de que estaba seguro, incontrovertible y angustiosamente seguro de no poder salvar a nadie; ni siquiera a sí mismo», escribe su biógrafo Enzo Sicialiano en Vida de Pasolini.
«Pagó un precio muy alto por permanecer limpio y mantener su patente de corso», afirma Ryker, que apunta que en torno a su muerte se ha creado una «auténtica mitología», con teorías e interpretaciones esotéricas de todo tipo, aunque en su opinión la más válida es la de la muerte política de una de las mentes más lúcidas del siglo pasado.
Hace apenas cinco meses el asesino confeso de Pasolini, Giuseppe Pino Pelosi, que sólo cumplió siete años en la cárcel, hizo unas trascendentales revelaciones sobre el crimen a un programa de televisión. Afirmó que fueron tres hombres cuarentones, con acento del sur, quienes apalearon hasta destrozarlo al intelectual a los gritos de «¡cerdo comunista!», «¡maricón!» y «¡guarro!». Esto corroboraría la tesis de que su asesinato en la madrugada del 2 de noviembre en un descampado de Ostia respondió a un plan perfectamente organizado para acallar su voz y no al arrebato de un chapero de 17 años que trataba de defenderse de Pasolini, como en la época denunció Oriana Fallaci.
«A Pasolini se le reservaba una puesta en escena diabólicamente casual», afirma Siciliano en su libro. «El acusador público del Poder, del régimen que gobernaba Italia hacía 30 años, era liquidado, obligado violentamente a callar, y a callar del modo más sofisticado y denigrante: en un pequeño campo de fútbol de la periferia romana, a manos de un muchacho de mala vida al que quería darle por el culo».
En la tarde del 1 de noviembre de 1975 Pasolini recibió en su casa al periodista Furio Colombo y le concedió una entrevista que quiso que se titulara premonitoriamente «Estamos todos en peligro». El intelectual se había convertido en un crítico cada vez más inaceptable para la Italia dominada por la Democracia Cristiana, a la que criticaba sin piedad. Había pedido el procesamiento de los «jerarcas políticos», adelántandose a lo que mucho después sería la revolución de «Manos limpias». Además, el uso del erotismo, la violencia y la depravación humamana en películas como Porcile, la Trilogía de la vida (El Decamerón, Los cuentos de Canterbury y Las mil y una noches) y, sobre todo, en la última, Saló o los 120 días de Sodoma, escandalizaron a los bienpensantes y le enemistaron irreversiblemente con la Iglesia y los sectores más conservadores. En palabras de Giulio Andreotti, Pasolini «se lo había buscado».
Había sido acusado de inconformista patológico, exhibicionista morboso e ideólogo reaccionario, porque era un nostálgico de las tradiciones perdidas. Su lucha encarnizada contra el consumismo, el desarrollismo y el destructivo proceso de homologación cultural ?que le llevó a proponer la abolición de la televisión y de la escuela obligatoria? le convirtió en un fustigador implacable. En cierta ocasión Pasolini se declaró «amigo sólo de los perros», alguien «obligado a vivir al margen de las instituciones como un bandido». «Tengo la mentalidad de un animal herido, expulsado de la manada», declaró a Jean Duflot.
Nuevos enigmas sobre PasoliniUn filme de Sergio Citti refuerza la tesis del asesinato político
ENRIC GONZÁLEZ - Roma EL PAÍS - 28-10-2005
Pier Paolo Pasolini es, 30 años después de morir, el difunto más vivo de Italia. Su torrencial producción de poesía, ensayo, novela, cine, polémica y escándalo (en estos dos últimos géneros fue un maestro supremo), abundante en fogonazos de clarividencia y en errores estrepitosos, sigue siendo tan incómoda como las presuntas circunstancias de su asesinato. Todo lo pasoliniano es tan actual que el Ayuntamiento de Roma ha decidido acudir a los tribunales para que se reabra el sumario sobre la muerte del artista: una película-testamento de Sergio Citti aporta nuevos datos que refuerzan la tesis del crimen político.
Este mes, Italia se llenará de homenajes a Pasolini. Su obra, denostada entonces tanto por el partido comunista (que le expulsó en 1950) como por la Democracia Cristiana, será trillada y ensalzada hasta la saciedad, bajo la sombra perenne de un final infame: oficialmente, Pasolini perdió la vida cuando intentó violentar a un muchacho en un descampado y la víctima, revolviéndose, le mató a golpes. "Él se lo buscó", dijo el honorable Giulio Andreotti, con el cadáver aún caliente.
Pero entre las innumerables proyecciones de películas con motivo del trigésimo aniversario destaca una muy especial. Sergio Citti, cineasta, coguionista y amigo de Pasolini, fallecido hace unas semanas, dejó como testamento una filmación del descampado de Ostia donde se produjo, en la noche del 1 al 2 de noviembre de 1975, la terrible agresión. La filmación, realizada por el propio Citti días después del suceso, demuestra que la sentencia que condenó a Roberto Pelosi como autor único no se sostiene en absoluto.
El propio Pelosi afirma ahora que no fue él quien mató a Pasolini, sino tres hombres con acento del sur que esperaban en el descampado. Citti, que nunca fue escuchado por la policía o los tribunales, dejó antes de morir una grabación complementaria a las secuencias filmadas en 1975, en la que asegura que en la noche fatídica Pasolini no acudió a la estación Termini de Roma en busca de un chapero, sino para recuperar unas bobinas de Saló que habían sido robadas. "Pelosi fue sólo el cebo para atraer a Pasolini a una emboscada", declaró ayer el abogado Guido Calvi.
El mensual MicroMega, la más prestigiosa revista italiana de filosofía y arte, rinde homenaje a Pasolini en el número que aparece hoy con una exhaustiva investigación sobre los hechos del 1 de noviembre de 1975. Aporta tal número de nuevos datos sólidos que la tesis del violador muerto a manos de un chapero se desmorona por completo. Alguien planeó la muerte de Pasolini, y tres personas la ejecutaron a conciencia. El cadáver quedó convertido en "un grumo de sangre", en palabras del abogado Calvi, con todos los dedos rotos y los órganos internos reventados. Para pasarle por encima con un coche después de pegarle una brutal paliza, como establecía la sentencia definitiva, Pelosi (sin la menor mancha en la ropa) tuvo que circular por un barrizal casi infranqueable. La filmación de Citti, basada en los testimonios de un testigo, parece demostrar con claridad que había en el lugar otro automóvil, el de los auténticos asesinos.
Pasolini, católico, marxista y homosexual, no sólo enfurecía al Gobierno, al partido comunista y a la Iglesia: fue capaz de profetizar que Italia se hundiría en un piélago de corrupción y que la televisión se convertiría en un monstruo. "Entre 1969 y 1975, en Italia se registraron tres matanzas con bomba y más de 4.000 atentados; el asesinato de Pasolini", dice Calvi, "fue sólo un capítulo más en aquella estrategia de la tensión".
1 comentario:
Salvo excepciones, yo no soy muy fan de Pasolini. Sin embargo, hizo méritos para que me crea que su asesinato fue un asesinato político. A estas alturas yo me lo creo. En Italia es posible y más en la Italia de aquel momento. Lo del chapero entra dentro de lo posible, pero yo también lo considero poco probable.
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