Bartebly y compañía, Vila-Matas, p. 25
53) Henry Roth nació en 1906 en
una aldea de Galitzia (entonces perteneciente al imperio austrohúngaro) y murió
en los Estados Unidos en 1995. Sus padres emigraron a América y pasó su
infancia de niño judío en Nueva York, experiencia que relató en una espléndida
novela, Llámalo sueño, publicada a los veintiocho años.
La novela pasó desapercibida y
Roth decidió dedicarse a otras cosas, trabajó en oficios tan dispares como
ayudante de fontanero, enfermero de manicomio o criador de patos.
Treinta años después, Llámalo
sueño se reeditó y, en pocas semanas, se convirtió en una pieza clásica de la literatura
norteamericana. Roth se quedó pasmado, y su reacción ante el éxito consistió en
tomar la decisión de publicar algún día algo más, siempre y cuando él sobrepasara
de largo la edad de ochenta años. Superó de largo esa edad, y entonces, treinta
años después del éxito de la reedición de Llámalo sueño, dio a la imprenta A
merced de una corriente salvaje, que los editores, dada la imponente extensión
de la novela, dividieron en cuatro entregas. «He escrito mi novela -dijo al
final de sus días sólo para rescatar recuerdos raídos que brillaban suavemente en
mi memoria.»
Se trata de una novela escrita
«para hacer que sea más fácil morir» y donde se burla, de una forma genial, del
reconocimiento artístico. Sus mejores páginas tal vez sean aquellas en las que
nos cuenta sus experiencias en las afueras de la literatura -esas páginas
ocupan prácticamente la novela entera, como es lógico-, todos esos años, casi
ochenta, en los que no se sabe si escribió, pero en todo caso no publicó, todos
esos años en los que se olvidó de los afluentes del río de la literatura y se
dejó llevar por la corriente salvaje de la vida.
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