Filek, Martínez de Pisón, p. 10
Josep Pla, que esa misma mañana
había llegado en tren desde Barcelona, recreó esa jornada histórica en El
advenimiento de la República: el ondear de las primeras banderas tricolores, el
gentío subiendo por Alcalá en dirección a la Puerta del Sol, los comercios
apresurándose a ocultar los símbolos monárquicos, los ciudadanos que sin
saberse la letra se arrancaban con La Marsellesa y el Himno de Riego ...
También Rafael Cansinos- Assens andaba por allí, y en La novela de un literato
nos dejó una descripción del ambiente: las regias estatuas de la plaza de
Oriente adornadas con banderines rojos, unos alborotadores cambiando el rótulo
de la plaza de Isabel II por el de Fermín Galán, otros derribando en esa misma
plaza la estatua de la Reina Castiza e intentando hacer lo mismo con la de Felipe
III en la plaza Mayor, viejos republicanos con sus gorros frigios como crestas de
gallo mezclándose con la multitud, los camiones desde los que unas prostitutas
cantaban « ¡ cinco, seis, siete, ocho ... , el rey estaba pocho!» mientras «un
hombre de facha soez» exhibía un conejo muerto y gritaba «¡el conejo de la
reina!», jóvenes con escarapelas y brazaletes rojos colocando carteles de
PUEBLO, RESPETA ESTE EDIFICIO QUE ES TUYO para evitar posibles desmanes, los
pequeños altarcitos como mesas petitorias con los retratos de Galán y García
Hernández, los edictos en las paredes en los que el alcalde Pedro Rico
anunciaba la instauración del nuevo régimen, las largas colas de gente
impaciente por comprar los periódicos vespertinos ... La juerga continuaba
cuando, ya de madrugada, se acercó Pla a la plaza de Oriente y vio «grupos de
aspecto suburbial, con alguna mujer, ligeramente bebidos, con banderas, latas
de petróleo, trozos de estatuas mutiladas o derribadas, que seguían gritando y
cantando pero con aire de estar ya un poco cansados».
Na foto, A Coruña
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