Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

Formación del Espíritu Nacional


El desván de las musas dormidas. F. Argüelles, p. 239

Las clases de Formación del Espíritu Nacional estaban a cargo de un hombre de aire cansino, apacible de ánimo y ronco de fumar, que gastaba un bigote mínimo y un sombrero de fieltro con pluma. Había sido militar en las guerras africanas e impartía las clases sin gana. Nos hablaba de la familia y de los vínculos del afecto y de la sangre, y nos hablaba de la escuela, y dibujaba en la pizarra un yunque y un martillo y decía que la escuela era la fragua donde se forjaba a los hombres del mañana, y nos explicaba los gremios y los santos patronos de cada gremio. Cuando hablaba de la justicia social dibujaba balanzas y cuando nos enseñaba el principio de la autoridad pintaba una corona cruzada por un bastón y una espada, y al explicarnos la lección de las normas y el bien común dibujaba un semáforo, como los que yo había visto junto al mar. Para el trabajo manual un pico y una pala, para el trabajo creativo una bombilla encendida y para el descanso un cine. Le gustaba dibujar. Cuando más disfrutaba era cuando nos hablaba del Caudillo Dictador. Le temblaban los labios bajo el bigote escaso Y se le aclaraba la voz. Una vez incluso llegó a llorar. Una vertiginosa y brillante carrera, nos decía, estratega genial, reconstructor de la patria, impulsor de los españoles hacia ideales sagrados, y nos aburría con las historias, que repetía una y otra vez, de su experiencia como oficial en África a las órdenes del Caudillo. El militar regentaba un estanco en un pueblo cercano por concesión generosa y expresa del Caudillo y venía a impartir las clases los jueves en una vespa azul con un gran parabrisas.


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