Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

LAS MUSAS


El desván de las musas dormidas. F. Argüelles, p. 18-19

En el pasillo, sobre unas repisas, había tres candelabro de tres brazos cada uno que le había regalado a mi padre una tía suya que vivía en la ciudad y que había sido enfermera de guerra. Eran de bronce con las figuras de las musas griegas sosteniendo la base de las velas. Mi padre me fue dando cuenta de aquellas diosas, hijas de Zeus, que era el jefe de los dioses, y de Mnemosina, que era la diosa de la memoria, y me hablaba de ellas como si las hubiera conocido en sus tiempos como alférez en la milicia por los montes pirenaicos, y me explicaba con emoción que eran jóvenes ociosas y de muy buen ver que no tenían la responsabilidad de los dioses principales y que llenaban el tiempo en el Olimpo escribiendo, cantando y enamorándose, y me comentaba cada detalle, esta que lleva la corona de laurel se llama Calíope y se ocupa de la belleza, y esta de la trompeta y del libro bajo el brazo es Clío, mi favorita, y es la musa de la historia, y la tercera de este candelabro es Erató, que, como ves, lleva rosas y una cítara, que es un instrumento musical de cuerda, como la lira, y aquella de la flauta es Euterpe y se ocupa de la música, y la de la máscara es Melpómene, la musa de la tragedia, y esta del vestido largo es la más espiritual de todas y se llama Polimnia, y en este otro candelabro está Talía, parece la más joven y graciosa, se ocupa de la comedia, y esta otra es Terpsícore, la musa de la danza y madre de las sirenas, otro día te hablaré de las sirenas, y la última es Urania, lleva un globo terráqueo en las manos como el que yo tengo en la escuela, porque es profesora de físicas y astronomías. Tantas veces me lo contaba que no tardé en memorizar sus nombres y ocupaciones.


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