Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.584. LA HIJA DE ROBERT POSTE / STELLA GIBBONS


La educación que Flora Poste recibió de sus padres había sido cara, deportiva y larga; y cuando murieron, uno detrás del otro, en un período de pocas semanas debido a la epidemia anual de la gripe o peste española —lo cual aconteció cuando Flora tenía veinte años—, la joven se reveló como poseedora de todas las artes y talentos necesarios para ganarse la vida. Siempre se había dicho que su padre era un hombre acaudalado, pero cuando falleció sus albaceas quedaron desconcertados al descubrir que era pobre. Después de que se hubieran liquidado las deudas y se hubieran satisfecho las demandas de los acreedores, su hija quedó con una renta de cien libras anuales, y sin ninguna propiedad.

En cualquier caso, Flora heredó de su padre una férrea voluntad y de su madre unas pantorrillas soberbias. La primera no se había visto afectada porque Flora siempre había hecho lo que le había dado la gana, y las segundas habían logrado salir indemnes de los violentos deportes atléticos en los que se había visto obligada a participar.


PRIMO LEVI


Una leve exageración, Adam Zagajewski, p. 298

27 DE ENERO. Un frío cortante, nieve. El invierno hace una exhibición de todos sus trucos vulgares y perfectamente previsibles. La vida de la ciudad se desacelera, los transeúntes se abren camino a través de los montones de nieve apelmazada que no hacen falta a nadie. La mente también vive más despacio. El invierno es un prestidigitador de poca monta que en realidad sólo domina un truco de magia: la transformación del agua en hielo y viceversa, de la nieve en agua sucia. Desde hace un tiempo, desde que me di cuenta de la fuerza de los símbolos relacionados con esta fecha, intriga este día que simboliza dos dimensiones importantes de nuestro momento histórico. El 27 de enero es el aniversario de lo que se ha dado en llamar la liberación del campo de Auschwitz y, por lo tanto, el día de la memoria del Holocausto, pero también es el cumpleaños de Mozart. No, no se trata de ningún error. Ni tampoco de un azar. Wolfgang Amadeus Mozart nació el 27 de enero de 1756 en Salzburgo, y se da la coincidencia de que el 27 de enero de 1945 los rusos llegaron al campo de Auschwitz. En palabras de un comunicado de prensa, los soldados del 60. 0 Ejército del Primer Frente Ucraniano «abrieron las puertas del campo de concentración Auschwitz» donde encontraron a apenas siete mil prisioneros. La fórmula «abrieron las puertas» me gusta más, ya que «liberación» implica un acto enérgico, el encontronazo de dos energías opuestas, mientras que allí, detrás de la alambrada del campo, no había más que gente exánime, enferma, moribunda. Como es sabido, las SS habían sacado del campo a cincuenta mil prisioneros, condenando así a morir de extenuación a gran parte de ellos. Por eso suele hablarse de la marcha de muerte. Entre los prisioneros que arrastraban los pies por los caminos nevados de Silesia (de hecho, más que una marcha, aquello era arrastrar la muerte tras sí), había un tímido químico italiano, Primo Levi, que sobreviviría a aquella caminata, a aquel arrastre por los caminos invernales, a pesar de que era de constitución delicada y no atlética. Sobreviviría y luego escribiría unos libros excelentes. Resulta difícil imaginar un día más escindido, más complejo, más ambivalente, un día que ponga mejor de manifiesto la naturaleza de la realidad en la que nos ha tocado vivir.


JAVIER MARIAS


Una leve exageración, Adam Zagajewski, p. 314

WALTER KAPPACHER

TAMBIÉN CITA A JAVIER MARíAS, que describe así a James Joyce: «[… ] en una cena o reunión social resultaba una angustia quedar sentado a su lado [ . . . ] , ya que en tales circunstancias Joyce no se dignaba abrir la boca [...] sólo contestaba "Sí" o "No"».


INCIPIT 1,583, GALAPAGOS / KURT VONNEGUT


La cosa fue así:

Hace un millón de años, en 1986 d. C., Guayaquil era e principal puerto de mar de la pequeña democracia sudamericana de Ecuador, cuya capital era Quito, en las montañas de los Andes. Guayaquil estaba dos grados al sur del ecuador, el cinturón imaginario del planeta que daba nombre al país. Siempre hacía mucho calor, y también mucha humedad, pues la ciudad se construyó en una zona de calmas, en una marisma por la que fluían mezcladas las aguas de varios ríos desde las montañas.

Ese puerto de mar estaba a varios kilómetros del mar abier to. Balsas de materia vegetal se estancaban a menudo en las aguas caldosas y rodeaban los pilotes y las cadenas de las anclas

En aquel entonces los seres humanos tenían cerebros mucho más grandes que ahora, así que se les podía seducir con miste rios. Uno de esos misterios en 1986 era cómo tantos animales que no podían recorrer grandes distancias a nado habían llega do a las islas Galápagos, un archipiélago de cumbres volcánicas justo al oeste de Guayaquil, separado de tierra firme por mil kilómetros de aguas muy profundas, aguas muy frías que venían de la Antártida.


INCIPIT 1.582. UNA LEVE EXAGERACION / ADAM ZAGAJEWSKI


De todos modos, no lo voy a contar todo. Porque, bien mirado, no ha pasado gran cosa. Y, además, soy un representante de la vieja escuela de la discreción de la Europa del Este: aquella que no habla nunca de divorcios ni reconoce que uno está deprimido. La vida transcurre tranquila, y al otro lado de la ventana reina un diciembre grisáceo y excepcionalmente cálido. Un par de conciertos. En el club de los abogados, una joven y prometedora cantante. En cambio, ayer hubo un bellísimo concierto con música de Dmitri Shostakóvich (tocaron también el cuarteto de cuerda Au-delà d’une absence que le dedicó su biógrafo, Krzysztof Meyer) y, entre otras piezas, no faltó la Suite vocal instrumental para soprano, violín, violonchelo y piano, op. 127 con textos de Aleksandr Blok, que yo no conocía. El repertorio fue interpretado por unos estudiantes de la Academia de Música llenos de entusiasmo y técnicamente perfectos. La última pieza, precisamente aquella suite, nos causó a mí y a M. una gran impresión. Puesto que el pretexto del concierto era el centenario del nacimiento del compositor, hubo un plus, un añadido: los estudiantes prendieron unas velas en el escenario y sólo dejaron encendido algún foco de seguimiento. Parecían haber alcanzado un insólito nivel de recogimiento. A menudo vivimos la música así de profundamente cuando escuchamos a intérpretes muy jóvenes que aún no están corrompidos por la rutina y la carrera, a músicos de corta edad que tocan con cuerpo y alma y se divierten haciéndolo.


VIDA Y DESTINO

La nieve se había derretido ya cuando la gente comenzó a hincharse; les había sobrevenido el edema del hambre: rostros inflados, piernas como cojines, agua en el vientre, se orinaban todo el rato encima, no les daba tiempo para salir a hacerlo fuera. ¡Y sus hijos! ¿Has visto en los periódicos los niños en los campos alemanes? Idénticos: cabezas peladas como balas de cañón, cuellos delgados de cigüeña, en las manos y en los pies se veía cómo se movía cada huesecito por debajo de la piel, esqueletos envueltos en piel, una gasa amarilla. Niños con caras envejecidas, atormentadas, como si llevaran en el mundo setenta años, y hacia la primavera no tenían ni siquiera cara, más bien la cabecita de un pájaro con su piquito.

Algunos campesinos habían enloquecido, sólo hallaban paz en la muerte. Se les reconocía por los ojos, brillantes. Estos eran los que troceaban los cadáveres y los hervían, mataban a sus propios hijos y se los comían. En ellos se despertaba la bestia cuando el hombre moría en ellos. Vi a una mujer, la habían traído bajo escolta al centro del distrito. Su cara era la de un ser humano, pero tenía los ojos de lobo. Dicen que a estos, los caníbales, los fusilaron. Pero ellos no eran culpables; culpables eran los que llevaron a una madre hasta el extremo de comerse a sus hijos. Pero ¿crees que se puede encontrar aI culpable? Ve y pregunta. Era por hacer el bien, el bien de la humanidad, que llevaron a las madres hasta ese punto.

Entonces lo comprendí: todos los hambrientos son, en cierto sentido, caníbales.  Consumen su  propia carne, sólo les quedan huesos, devoran su grasa hasta el último gramo. Luego se les enturbia la razón: también se han comido el cerebro. Se han devorado por completo. Conocí a una mujer, tenía cuatro hijos. Les contaba cuentos para que se olvidasen del hambre, aunque apenas podía mover la lengua; los cogía en brazos, aunque no tenía fuerza para levantarlos. Y es que el amor vivía en ella. La gente se dio cuenta de que allí donde vencía el odio, morían más rápidamente. Aunque el amor tampoco salvó ninguna vida. El pueblo entero murió. La vida desapareció. Se hizo el silencio. No sé quién fue el último.


INCIPIT 1.581. AHORA Y EN LA HORA / HECTOR ABAD FACIOLINCE


Cansa ya que se diga que la vida es un viaje o una escondida senda llena de caminos no trazados que sin pensar uno toma, errático y sin rumbo. Sin embargo, aunque canse, que la vida sea un viaje no es del todo mentira, por corto que sea o por mucho que se extienda. De su longitud, al nacer, no sabemos nada, ni tampoco en esa adolescencia que intenta adivinar el futuro leyéndose en la mano la línea de la vida. Todo viene a saberse tan solo con el paso del tiempo, si uno se muere pronto o tarde, si padece accidentes, si tiene enfermedades o si lo matan antes. A algunos nos llega un momento de la vida, cuando esta se alarga lo suficiente, en que podemos saber que el propio viaje no será corto. Tengo la misma edad, sesenta y cinco años, que tenía mi padre cuando lo mataron. En ese año, 1987, yo tenía veintiocho, y aunque él no me parecía viejo, tampoco podría decir que me parecía joven. Mi papá llevaba casi un lustro diciendo que ya había vivido suficiente y que se podía morir tranquilo en cualquier momento. Mi madre, en cambio, se murió de mal de arrugas, encorvada como un tres, como decía el poeta Pombo, a los noventa y seis años, pero ella nunca tuvo suficiente vida. Quería siempre más; anhelaba llegar, como mínimo, a los cien años.


INCIPIT 1.580. LOS WITTGENSTEIN, UNA FAMILIA EN CARTAS



INTRODUCCIÓN de Brian Mcguinness

Aunque para muchos Ludwig Wittgenstein sea un enigma—no sólo algunas de sus ideas, por ejemplo que «El enigma [del mundo] no existe» (Tractatus 6.5)—, al menos es posible hallar una clave de ese enigma en un concepto que, no por casualidad, era decisivo para él, a saber, el de «parecidos de familia». Lo entenderemos mejor si en vez de buscarlo en las categorías que lo definen, nos fijamos en ciertos rasgos que se repiten aquí y allá, si bien combinados de distintos modos en un determinado grupo y, en este caso en particular, en su familia, concretamente entre sus hermanos y hermanas. La de Wittgenstein fue una familia que, gracias a su riqueza y su autoconfianza, consiguió crear un mundo propio, junto con un sistema de subsistencia, valores y clientela (en el sentido que el término tenía en la Roma antigua): personas muy diversas—pintores, músicos, estudiantes, amigos y conocidos de toda índole— fueron invitadas, protegidas o empleadas, en una palabra, integradas a su medio. Wittgenstein introdujo a sus amigos—entre otros, Engelmann, Ludwig Hänsel y Koder— en ese círculo y, por regla general, se convirtieron también en amigos y protegidos de todos los miembros de la familia. Él mismo debía al medio familiar algunas amistades, y al menos en una ocasión conoció en ese círculo a una amiga a la que amó. Ludwig se crio en el ethos familiar—y se atuvo a él—de elegir siempre el camino más difícil y la intolerancia (cuanto más cercanos los familiares, más acentuada) hacia todo lo que se considerase debilidad moral.


NEIGE SINNO


Triste tigre, Neige Sinno, p. 143

Para una antigua víctima es demoledor ver un documental como ese, que se pone del lado de  la humanidad de los maltratadores. La víctima es abstracta en la película porque está ausente de la imagen y del escenario. No tiene voz. Aparece poco en los discursos de los detenidos, que, al mencionar su crimen, lo llaman un «error», incluso una «estupidez». Hablan sobre todo de su culpa, de su idiotez, de lo mal que se sienten. Dicen que entienden que lo que hicieron fue grave, pero nunca hablan de ello de forma concreta. Ninguno de ellos admite haber violado a un niño, a una niña, a varios, en más de una ocasión, a veces durante años, lo que es, sin embargo, la razón por la que fueron condenados.

Probablemente sea normal que no puedan afrontar la gravedad de sus actos. Si pudieran hacerlo de verdad, se suicidarían. Que creo que es la única salida honorable para un violador de niños. Morir de vergüenza. Pero no, no se suicidan (son las víctimas de violencia sexual en general las que se suicidan, no los maltratadores); reclaman su derecho a una segunda oportunidad. Y nosotros, la sociedad, que los condenarnos a una larga pena de prisión, optamos por creer que deben tener derecho a esa segunda oportunidad, ya que la condena un día llega a su fin. Su deuda está saldada. Pueden salir.


WILDE


Triste tigre, Neige Sinno, p. 107

«Todo en el mundo tiene que ver con el sexo, excepto el sexo. El sexo es poder», dice una frase famosa que se atribuye a Osear Wilde. No sé si esta máxima puede aplicarse siempre, pero, en el contexto de la violencia sexual, me parece que da en el clavo. La gran mayoría de los abusos sexuales a menores tienen más que ver con el poder que con el sexo. Por supuesto que se trata de sexo, si bien, en esta configuración, el sexo es una herramienta de dominación por encima de todo. Los niños lo saben bien, aunque les sea difícil expresarlo. «No habría sabido explicar por qué me quedaba allí y dejaba que me tocara», dice la pequeña heroína de Dorothy Allison. «No era sexo, no era como cuando un hombre y una mujer se acariciaban los cuerpos desnudos, pero a la vez era algo parecido, algo poderoso y aterrador que él anhelaba con frenesí y yo no entendía en absoluto.»


INCIPIT 1.579. EL OJO CASTAÑO DE NUESTRO AMOR / MIRCEA CARTARESCU


ADA-KALEH, ADA-KALEH ...

… Como si, al escribir, cada línea que trazo en la • • • página con el bolígrafo se cubriera de moho y cada página que dejo atrás, cubierta con mi escritura, se abarquillara, amarilleara y se retorciera como una hoja seca. Pero yo seguiría escribiendo igualmente cada vez más rápido, para que no me alcancen el desastre y la desgracia.

. . . Como si, al releerme, cada fotón que choca contra mi página, rebota y atraviesa mi retina envejeciera sobre la marcha, se arrugara como un grano de pimienta y, en lugar de luz, brotara de él un polvo sofocante, como el polvillo de las alas de las mariposas muertas, clavadas con un alfiler oxidado en el insectario.

. . . Como si, al comer, la cuchara en la que la sopa gira lentamente, arrastrando en su giro un fideo, se oxidara


INCIPIT 1.578. TRISTE TIGRE / NEIGE SINNO


I. RETRATOS

Retrato de mi violador

Porque a mí también, en el fondo, me parece más interesante lo que sucede en la cabeza del verdugo. Entender a las víctimas es fácil, todos podemos ponernos en su lugar. Incluso alguien que no ha vivido algo así -una amnesia traumática, la parálisis psíquica, el silencio de las víctimas- puede imaginar lo que es, o cree que lo puede imaginar.

Entender al victimario es otra cosa. Estar en un cuarto a solas con un niño, una niña de siete años, tener una erección ante la idea de lo que le vas a hacer. Pronunciar las palabras que hagan que ese niño se te acerque, meter el pene erecto en la boca de ese niño, hacer que abra la boca bien grande. Eso sí que es fascinante. Va más allá de la comprensión. Por no hablar de lo que sigue al terminar: vestirte, regresar con la familia como si no hubiera pasado nada.


INCIPIT 1.577. OVNI 78 / WU MING


Antes, en verano, subían los boy scouts al monte Quarzerone. Aparecían en Forravalle de repente, como bandadas de aves migratorias.

Llegaban de los alrededores, de la costa y del otro lado de los Apeninos, llegaban a la región de la Lunigiana, esa tierra de nadie que no se parece al resto de la Toscana y ya es en parte Liguria, con sus propias hablas. Según los lingüistas, eran dialectos emilianos, aunque, cuando se les decía a los lunigianeses, estos se encogían de hombros y replicaban: «Hablamos como hablamos».

Unas veces solo eran chicos, otras solo chicas, más raramente iban chicos y chicas. Se apeaban del autobús delante de la barrera del lavadero. En la explanada de tierra los esperaba un hombre de unos cuarenta años, de nariz aguileña, al que en el pueblo llamaban Gheppio, aunque para ellos era Elio Gornara, el subinspector de la guardia forestal, que los llevaba con su todoterreno verde al lugar de acampada.

Gheppio se empeñaba en recibir a los visitantes porque quería asegurarse de que fueran bien equipados e instruirlos en los peligros del monte. La gente iba al Quarzerone como si tal cosa y  los boy scouts no eran una excepción, pese a que, según su lema -«Estate parati»-, se supone que siempre iban preparados.


INCIPIT 1.576. EL OJO CASTAÑO DE NUESTRO AMOR / MIRCEA CARTARESCU


… Como si, al escribir, cada línea que trazo en la página con el bolígrafo se cubriera de moho y cada página que dejo atrás, cubierta con mi escritura, se abarquillara, amarilleara y se  retorciera como una hoja seca. Pero yo seguiría escribiendo igualmente cada vez más rápido, para que no me alcancen el desastre y la desgracia.

… Como si, al releerme, cada fotón que choca contra mi página, rebota y atraviesa mi retina  envejeciera sobre la marcha, se arrugara como un grano de pimienta y, en lugar de luz, brotara de él un polvo sofocante, como el polvillo de las alas de las mariposas muertas, clavadas con un alfiler oxidado en el insectario.

… Como si, al comer, la cuchara en la que la sopa gira lentamente, arrastrando en su giro un fideo, se oxidara


INCIPIT 1.576. TRISTE TIGRE / NEIGE SINNO


I. RETRATOS

Retrato de mi violador

Porque a mí también, en el fondo, me parece más interesante lo que sucede en la cabeza del verdugo. Entender a las víctimas es fácil, todos podemos ponernos en su lugar. Incluso alguien que no ha vivido algo así –una amnesia traumática, la parálisis psíquica, el silencio de las víctimas– puede imaginar lo que es, o cree que lo puede imaginar.

Entender al victimario es otra cosa. Estar en un cuarto a solas con un niño, una niña de siete años, tener una erección ante la idea de lo que le vas a hacer. Pronunciar las palabras que hagan que ese niño se te acerque, meter el pene erecto en la boca de ese niño, hacer que abra la boca bien grande. Eso sí que es fascinante. Va más allá de la comprensión. Por no hablar de lo que sigue al terminar: vestirte, regresar con la familia como si no hubiera pasado nada.


INCIPIT 1.575. EL VERANO DE CERAVTES / MUÑOZ MOLINA


El verano es la estación de Don Quijote de la Mancha. Es el tiempo en el que suceden del principio al final todas sus peripecias, y también el más adecuado para su lectura. El desocupado lector al que se dirige desde la primera línea Cervantes es el que tiene tiempo de sobra por delante, el que puede dedicarse sin urgencia y sin remordimiento a esa particular forma de no hacer nada que es la lectura de una obra muy larga de ficción. El tiempo interior de la novela y el externo a ella y también íntimo del acto de leer confluyen en una forma particular de recogimiento, en una atemporalidad en la que se superponen la lectura presente y cada una de las que uno ha ido haciendo a lo largo de su vida, en veranos sucesivos que se le presentan como un verano único, a la vez de puro adanismo y de veteranía, los veranos remotos de lectura en el final de la niñez y la primera adolescencia, y, de ahí en adelante, en una travesía de las edades de la vida, de escenarios diversos, habitaciones variables

INCIPIT 1.574. LA INFORMACION / MARTIN AMIS


De noche, en las ciudades, lo noto, hay hombres que lloran en sueños y luego dicen Nada. No es nada. Sólo una pesadilla. O algo parecido... Desciendan en la nave del sollozo, con analizador de lágrimas y sondas de llanto, y darán con ellos. Las mujeres -ya sean esposas, amantes, musas demacradas, niñeras gordas, obsesiones, devoradoras, ex, némesis- se despiertan y, con femenina urgencia de saber, se vuelven hacia esos hombres y preguntan: «¿Qué te pasa?» Y los hombres contestan: «Nada. No es nada, de verdad. Sólo una pesadilla.»

Sólo una pesadilla. Sí, claro. Sólo un mal sueño. O algo parecido.

Richard Tull lloraba en sueños. La mujer que estaba a su lado, su esposa Gina, se despertó y se volvió. Se acercó a su espalda y le puso las manos en los pálidos y tensos hombros. En sus parpadeos, ceños y murmullos había cierto profesionalismo: como el socorrista de la piscina, adiestrado en primeros auxilios; como la persona que cabecea sobre el asfalto ensangrentado, un Cristo del boca a boca a horcajadas sobre la víctima. Era mujer. De lágrimas sabía mucho más que él. No conocía las obras juveniles de Swift, ni las seniles de Wordsworth, ni las diversas suertes que Crésida corrió a manos de Bocaccio, Chaucer, Robert Henryson, Shakespeare; no sabía quién era Proust. Pero sabía de lágrimas. Gina conocía perfectamente el llanto.

-¿Qué te pasa? -preguntó.


INCIPIT 1.573. PICNIC EN HANGING ROCK / JOAN LINDSAY


Todos estuvieron de acuerdo en que el día era perfecto para ir de picnic a Hanging Rock. La brillante mañana de verano había amanecido cálida y tranquila. Durante el desayuno, procedentes de los nísperos que daban a las ventanas del comedor, se escuchaban los estridentes cantos de las cigarras y el zumbido de las abejas que revoloteaban sobre los pensamientos que bordeaban el camino. Las enormes dalias habían florecido y se derramaban sobre los parterres, inmaculados, y el césped, bien cortado, perdía poco a poco su humedad bajo el sol ascendente. El jardinero estaba regando ya las hortensias, aún a la sombra del ala en que se situaba la cocina, en la parte trasera del colegio. Las alumnas del colegio Appleyard para señoritas se habían despertado a las seis de la mañana, y se habían dedicado desde entonces a explorar el brillo del cielo, en el que no se veía una sola nube. Ahora aleteaban con sus muselinas de verano como una bandada de alborotadas mariposas, y no solo porque fuera domingo y se dispusieran a celebrar el tan esperado picnic anual, sino porque era el Día de San Valentín.


INCIPIT 1.572. HASTA QUE EMPIEZA A BRILLAR / ANDRES NEUMAN


María se acomodó el pelo: vivía despeinada. Alisó los almohadones del sofá, se ajustó el último botón del chaleco y juntó las manos, como rogándoles que se quedaran quietas.

Tenía pocas ganas de que su invitado llegase y, al mismo tiempo, estaba ansiosa por escucharlo. Se había repetido tantas veces que en realidad no importaba, que la idea ni siquiera había sido suya. Pero ahí seguía, asomada a la ventana.

Las ramas de enfrente ondulaban despacio. A lo lejos, las frondas se encogían de hombros.

Cuando sonó por fin el timbre de abajo, pulsó fuerte el interruptor sin preguntar quién era. Los mecanismos del ascensor crujieron. Enseguida llamaron a la puerta.

María vio el cráneo pulido de Dámaso Alonso, sus anteojos de pasta descolgándose de las orejas, su bigote a medio evaporar, todo el estudio acumulado en el ceño. Esas ojeras de insomnio histórico.


INCIPIT 1.571. LA DULCE EXISTENCIA / MILENA BUSQUETS


–Esta actriz es una anciana. Tiene mi edad. Es imposible que haga de Blanca.

–No te preocupes, Milena. Le pondremos una coleta como la que tú llevas, unas alpargatas de Cadaqués y ya verás lo creíble que resulta brincando por las rocas.

–No. Es imposible. En serio.

No había sido fácil. Desde la publicación de También esto pasará en 2015, los derechos para la película habían pasado por tres productores, varios directores y un montón de actrices. Por el camino, había perdido a mi agente (me había despedido), mi editor originario se había jubilado (y había sido felizmente sustituido por la única otra editora en lengua española que había visto el potencial de la novela y había mostrado interés en publicarla) y había escrito tres o cuatro libros más.


INCIPIT 1.570. CIEN NOCHES / LUIGSE MARTIN


Hay una anécdota humorística del presidente estadounidense Calvin Coolidge que sirve para dar nombre a un patrón de comportamiento sexual. Coolidge y su esposa Grace hicieron una visita a una granja experimental que el gobierno norteamericano había puesto en funcionamiento. Los directores de la granja les estaban enseñando por separado las instalaciones: el presidente se había quedado charlando en la puerta mientras la señora Coolidge, acompañada de un funcionario, se había adelantado en la visita. Al llegar al gallinero, vio la actividad sexual de las aves y le preguntó con interés al encargado de esa zona cuántas veces al día montaba el gallo a las gallinas. El funcionario le respondió que decenas de veces, y ella, con picardía, le dijo entonces: «Cuénteselo al señor Coolidge cuando pase por aquí.»

Pocos minutos después, pasó el presidente por la misma zona, y el encargado, obediente, le contó la conversación que había tenido con su esposa. Coolidge se quedó pensativo y le preguntó: «¿Pero el gallo se aparea siempre con la misma gallina?» El encargado, con vergüenza, le respondió rotundamente que no. «Cada vez es con una distinta, señor», le explicó. El presidente sonrió satisfecho. «Vaya a contarle eso a la señora Coolidge, por favor», le pidió.


INCIPIT 1.569. EL VUELO DEL HOMBRE / BEJAMIN G. ROSADO


Hacía algunos años que el profesor Castro había perdido todo contacto con el mundo. Nadie sabía los motivos que lo habían llevado a donar los libros de su biblioteca y a desaparecer sin dejar rastro. Cuando me decidí a escribirle, ni siquiera estaba seguro de que siguiera con vida. Comencé enviando correos electrónicos a todas las editoriales en las que había publicado, lo intenté también por carta e incluso llamé a la universidad donde había dado clases. «Pierde usted el tiempo», me previno una voz al otro lado del aparato. Al final se me ocurrió mandar un fax a un número que encontré en la página legal de uno de sus ensayos y, por alguna razón, aquello dio resultado. El viejo profesor accedería a recibir a un desconocido estudiante de doctorado dispuesto a cruzar el Atlántico para lanzarle unas cuantas preguntas. Media hora sería suficiente, rogué en mi misiva. Al cabo de varios días, el eminente lingüista y catedrático de Literatura me citaba en su casa de Valparaíso por medio de una nota redactada de su puño y letra. Encontré su respuesta en la bandeja del fax del despacho que compartía en la segunda planta de la Facultad de Filología.


INCIPIT 1.568. LOS ILUSIONISTAS /MARCOS GIRALT TORRENTE


Había previsto empezar esta nota con dos o tres citas sobre la familia, pero tuve la mala idea de confiarme a una aplicación de inteligencia artificial para encontrarlas y el resultado no fue el esperado. O eran panegíricos edulcorados o se pasaban de frenada por el lado negativo o caían en la insulsez académica o en el misticismo. Y no fue una solución tentar al algoritmo con escritores concretos. Cuando había conseguido una gavilla a mi gusto, al hacer la búsqueda inversa para asegurarme de que cada cita provenía efectivamente del autor referenciado, resultó que todas eran falsas o al menos no literales.

A decir verdad, me alegro de que haya sido así. Escribir de la familia a menudo es visto con recelo – más aún cuando se trata de la propia–, y es natural que, puestos en la tesitura, busquemos el amparo de unas palabras legitimadoras. Sin embargo, ¿no representaría en cierto modo una rendición?

La familia es el territorio de la memoria. Memoria de sí misma y del mundo que la contiene. Memoria en construcción y no siempre fiable, donde el amor y el conflicto confluyen.


INCIPIT 1.567. OPERA OMNIA / PEDRO INCIO



Nós, os mariñeiros, sempre saímos coa Virxe para celebrarlle a misa no mar. Faise dende hai moitos anos, recórdoo xa de cando eu era moi pequeno, de cativo indo na lancha co meu pai; así foi sempre, excepto unha tempada que se deixou de sacar a imaxe ao mar por culpa dun accidente. Foi hai moito tempo, ti debías ter cinco ou seis anos.

Ese 16 de xullo, a festa do Carme, tivemos un día precioso e tranquilo de verán, co mar coma un prato, e menos mal. A barca da Virxe bailaba arrimada ao murallón, esperando. Víaa xa de lonxe, moi engalanada, chea de acios de flores, globos de papel de seda, bandeiriñas de cores de babor a estribor, coroas de rosas na amura e grilandas de mirto de proa a popa, ata catleyas había. A figura da nosa Señora púxose enriba dunha tarima, cun friso de margaridas amarelas, columnas de calas de San Xosé nas catro esquinas e un círculo de pasifloras e xasmíns ao redor da estatua.


INCIPIT 1.566. LA PICADURA DE LA ABEJA / PAUL MURRAY


En el pueblo de al lado, un hombre había matado a su familia. Había clavado las puertas a los marcos pata impedirles que escaparan; los vecinos habían oído a las víctimas correr por las habitaciones, pidiendo misericordia a gritos. Al terminar con ellos, el hombre se había pegado un tiro.

Todo el mundo hablaba de aquello, de qué clase de hombre podría hacer algo así y de qué secretos debía de esconder. Corrían rumores de aventuras amorosas, de adicciones y de archivos ocultos en su ordenador.

Elaine se limitó a decir que le sorprendía que aquellas cosas no pasaran más a menudo. Se pasó los pulgares por las trabillas de los vaqueros y contempló la lúgubre calle principal de su pueblo. O sea, dijo, es mejor que no hacer nada.

Cass y Elaine se habían conocido en clase de química, cuando Elaine le había echado yodo en el eczema a Cass durante un experimento. Había sido un accidente; había llorado ella más que Cass y había insistido en acompañarla a la enfermería. Ese día se habían hecho amigas. Todas las mañanas, Cass pasaba a recoger a Elaine y caminaban juntas hacia la escuela. A la hora del almuerzo se enrollaban las faldas largas y deambulaban por el supermercado, escuchando música con el teléfono de Elaine y comiendo croissants de la sección de panadería, que ya se habían terminado para cuando llegaban a la caja. Por las tardes se juntaban para estudiar en casa de una de las dos.


INCIPIT 1.565. LA INVENCION DE TODAS LAS COSAS / JORGE VOLPI


Al despertar una mañana, luego de un sueño intranquilo, me descubro transformado en un monstruoso bicho. Me espanta la armadura anillada de mi abdomen y mis tres pares de patas que se retuercen en zigzag. Las imágenes están allí, vívidas y palpables, tan reales como eso que suelo llamar, tal vez a la ligera, realidad. El horror que experimento ¿es producto de un  recuerdo, de una alucinación, de una fantasía? ¿De un sueño? Si por un instante no me di cuenta de que lo era, ¿quién me asegura que no sigo en su interior? Me precipito al cuarto de baño: mi rostro en el espejo es el mismo de cada mañana, solo mis ojeras lucen más pronunciadas. No parezco un bicho: aquellas imágenes artrópodas eran falsas, los rescoldos de una pesadilla.

Y entonces sí despierto.

Nada angustia como un sueño dentro de un sueño, uno de los dispositivos predilectos del horror. Si despertamos en uno, ¿no nos precipitaremos en otro y otro, ad infinitum?

Borges se valió de la estratagema en numerosas ocasiones: «Ha soñado el Ganges y el Támesis, que son los nombres del agua», escribió en 1985 en un poema incluido en Los conjurados. «Ha soñado mapas que Ulises no habría comprendido. Ha soñado a Alejandro de Macedonia. Ha soñado el muro del Paraíso, que detuvo a Alejandro. Ha soñado el mar y la lágrima. Ha soñado el cristal. Ha soñado que Alguien lo sueña». Analizo la escena: mis manos transformadas en patas de insecto. ¿Qué son estas imágenes? ¿Cuál es su naturaleza? ¿Son ficciones? Y, si así fuera, ¿de qué están hechas? Parafraseando a Shakespeare, de la misma materia de los sueños


INCIPT 1.564. CALLE LONDRES 38 / PHILIPPE SANDS

 


NOTA AL LECTOR

Desempeñé un papel secundario en el inusitado e hist6rico proceso judicial que siguió a la detención de Augusto Pinochet en Londres la noche del 16 de octubre de 1998, y que me ofreció un asiento de primera fila en uno de los casos penales internacionales más importantes desde Nuremberg. Ha pasado el tiempo, pero no he olvidado la experiencia, como tampoco las historias ni los personajes involucrados.

Muchos años después de la detención, y de los acontecimientos que la siguieron, me estaba documentando para escribir Ruta de escape, un libro sobre la ruta utilizada por un alto mando nazi para tratar de escapar de la ciudad de Lviv y del continente europeo rumbo a Sudamérica. En el archivo de una familia austriaca encontré una carta escrita por un antiguo dirigente nazi llamado Walther Rauff Perseguido por crímenes de lesa humanidad y genocidio, el hombre de las SS ofrecía su consejo a un viejo camarada. Luego supe que, al cabo de una década, el autor de la carta se había trasladado a la Patagonia, en el sur de Chile, donde dirigiría una conservera que envasaba carne de centolla en latitas.

Entonces no se me ocurrió que Pinochet y Rauff pudieran estar relacionados, pero las vidas de ambos hombres resultarían hallarse profundamente entrelazadas. Esta es la historia del viaje realizado para descubrir la interconexión entre ambo


DANTE


La invención de todas las cosas, Jorge Volpi, p. 250

El primer gran lector de la Comedia es el propio Dante. En la segunda parte de su Epístola XIII, escrita en latín en homenaje a su mecenas, Cangrande I, señor de Verana -en cuya ciudad se refugia entre 1313 y 1318 ya quien dedica el Paraíso--, él mismo nos dice cómo interpretarla. Como afirma Charles S. Singleton en La Commedia de Dante. Elementos de su estructura (1977), el poeta sigue la pauta del pensador escolástico Hugo de San Víctor, según la cual no existe un solo mundo, sino dos: «El visible, desde luego, es este universo físico que vemos con los ojos y con nuestro cuerpo, y el invisible es el corazón del hombre que no puede verse». A partir de esta dualidad, Dante nos explica que, para comprender su obra, es necesario pasar por seis accesus o puertas: el tema (subjectum), el autor (agens), la forma (forma), el objetivo (finis), el título (titulus libri) y el género (genus philosophiae). Dante nos revela asimismo que la Comedia puede ser leída según las mismas estrategias que admite la Escritura: la interpretación literal y la alegórica, moral o anagógica. Según la primera, su libro narra el viaje de las almas después de la muerte, mientras la segunda cuenta el “viaje interior del hombre que, por sus méritos y deméritos, y a causa de su libre albedrío, está sujeto al premio y al castigo de la justicia», como resume Julián Barenstein en su introducción a la EpístolaXIII(2018). Dante pone en escena, así, el carácter dual de cualquier ficción.


EL NACIMIENTO DE VENUS


La invención de todas las cosas, Jorge Volpi, p. 281

En su Historia natural, Plinio el Viejo describía una de las pinturas más famosas de la Antigüedad, Venus saliendo del mar, de Apeles. Según la leyenda, Alejandro Magno le pidió al pintor que tomase como modelo a Campaspe, su concubina favorita; en cuanto vio la obra terminada, se dio cuenta de que Apeles se había enamorado de ella y, generoso como un dios, le permitió poseerla. Fascinados con el pasado, los hombres del Renacimiento se empeñaban en revivirlo: en este caso, la modelo de Sandro Botticelli para su El nacimiento de Venus (c. 1485) era Simonetta Cattaneo Vespucci, de quien se hallaba prendado el  artista tanto como Lorenzo el Magnífico y su hermano Giuliano. Sin prevención alguna, Lorenzo de Pierfrancesco de Medici, pariente cercano de los regentes de Florencia, podía adornar su casa de campo con una obra como esta sin temor a que sus invitados la admirasen. Después de un milenio de casi no ver otra cosa que cristos, vírgenes y santos, la diosa aparece en primer plano en su perfecta desnudez. Este cambio de sensibilidad -y este desplazamiento del poder- muestra la reconciliación de la Antigüedad clásica con el cristianismo operada por Ficino: aquí Venus ya no es solo la diosa griega y romana, sino la fuente de ese doble amor, divino y humano, que une macro y microcosmos.


SANTO TOMAS


La invención de todas las cosas, Jorge Volpi, p. 242

 Tomás de Aquino emprendió una de las empresas intelectuales más arriesgadas posibles: unir mythos y logos, es decir, la ficción cristiana con la razón aristotélica. Si durante siglos la ortodoxia había asimilado ciertos rasgos de Platón, integrar los argumentos de su discípulo parecía una tarea más ardua. Extraño compromiso: asumir como dogmas las verdades reveladas y rellenar sus intersticios con la razón. Uno de sus primeros empeños consistió en probar, de forma racional, la existencia de Dios. A diferencia de otros pensadores cristianos que estimaban que se trata de una verdad evidente, dedicó un esfuerzo inaudito, tanto en la Suma teológica (1265-1274) como en la Suma contra gentiles (1259-1265), a demostrar la mayor ficción posible. Las célebres vías tomistas son sutiles juegos de la inteligencia que hoy suenan como cuentos de Borges:

1. Prueba por el movimiento.


AGUSTIN DE HIPONA


La invención de todas las cosas, Jorge Volpi, p. 214

 Agustín de Hipona se presenta como un gran pecador: aunque su madre es una devota cristiana, ha llevado una vida licenciosa y ha coqueteado con el maniqueísmo, la filosofía neoplatónica e incluso con los donatistas, otra de las herejías de la época. Al mismo tiempo, vive asediado por una urgente pulsión sexual que, al igual que Orígenes, identifica con el demonio, y dedica el resto de su vida a tratar de domeñarla. Durante años Agustín mantiene una relación con una amante mayor que él, de quien nace su hijo Adeodato, aunque al cabo la repudia para casarse con una niña de once años de una familia pudiente. Es entonces cuando Ambrosio de Milán lo convence de renunciar a los placeres de la carne.

No mucho después inicia la escritura de sus Confesiones (398): si antes ya otras figuras han escrito en primera persona, como Ovidio en sus Tristia ( escrito después de su exilio en el año 8), nadie se ha ocupado tanto de explorarse -y exhibirse- a sí mismo. Desde entonces, el yo occidental queda ligado a la culpa y el pecado. Las Confesiones ponen en escena la batalla interior que Agustín libra entre lo que es, un hombre concupiscente, lleno de deseos, y lo que aspira a ser, una criatura casta y pura. En su voluntad de narrar su abandono de la sensualidad, expresa una obvia nostalgia hacia el mundo pecaminoso que ha dejado atrás. Maestro de retórica, mantiene esa misma ambigüedad hacia las escrituras bíblicas, que encuentra menos elegantes que los clásicos griegos y latinos. Todo en las Confesiones se halla imbuido de ese maniqueísmo del que jamás se desprendió: así como divide a la humanidad entre pecadores y virtuosos, él se dibuja como un ser dual, escindido entre dos fuerzas igual de poderosas.


INICPIT 1.563. PASTICHES DE MARCELPROUST


EN UNA NOVELA DE HONORÉ DE BALZAC

En uno de los últimos meses del año 1907, durante uno de esos routs de la marquesa de Espard que por entonces congregaba a la élite de la aristocracia parisina (la más elegante de Europa, al decir de monsieur de Talleyrand, ese Roger Bacon de la naturaleza social, que fue obispo y príncipe de Bénévent), De Marsay y Rastignac, el conde Félix de Vandenesse, los duques de Rbétore y de Grandlieu, el conde Adam Laginski, madame Octave de Camps y lord Dudley rodeaban a la princesa de Cadignan, sin atizar por ello los celos de la marquesa.

¿No es, en efecto, una de las grandezas de la señora de la casa -esta carmelita del éxito mundano- que deba inmolar su coquetería, su orgullo, su amor incluso, a la necesidad de crear un salón donde sus rivales serán en ocasiones su más excitante adorno? ¿No es en eso igual a una santa? ¿No merece ella su parte, adquirida con tanto esfuerzo, del paraíso social?

La marquesa-una De Blamont-Chauvry, emparentada con los Navarreins, los Lenoncourt, los Chaulieu- rendía a cada recién llegado la mano que Desplein, el sabio más grande de nuestra época, sin exceptuar a Claude Bernard, y que fue discípulo de Lavater, declaró la más profundamente calculada que había tenido ocasión de examinar.


INCIPIT 1.562.TODO Y MAS / DFW


PROLOGO BREVE PERO NECESARIO

Desafortunadamente este es un prólogo que hay que leer –y en primer lugar- para entender ciertas características estructurales del texto principal y algunas partes que casi parecen un código. De estas, la más frecuente es la abreviatura SEI en negrita. Para su información, no se trata de un tic o un un error tipográfico, sino que sustituye la expresión “Si está interesado”, que, de tanto usarla en los primeros borradores, finalmente, por pura repetición, evolucionó de ser una frase normal, utilizada para introducir algún párrafo, hasta convertirse en un signo abstracto extratextual -SEI- que ahora sirve para clasificar ciertos fragmentos de texto de un modo particular. De qué modo lo hace es algo que ahora quedará justificado y explicado.

Todo y más es una obra de divulgación científica. Aborda un conjunto de logros matemáticos extremadamente abstractos y técnicos, aunque enormemente profundos e interesantes, y también hermosos. El objetivo es hablar de esos logros de tal manera que resulten atractivos y comprensibles para lectores que no tengan preparación técnica de nivel profesional ni sean expertos en la materia. Hacer las matemáticas bonitas, o por lo menos conseguir que el lector entienda que alguien pueda considerarlas así. Todo esto, por supuesto, suena muy bien, pero hay una pega: ¿cómo de técnica puede llegar a ser la presentación sin que el lector si pierda o sin enterrarle en un sinfín de pequeñas definiciones y aclaraciones aparte?


SAUL DE TARSO


La invención de todas las cosas, Jorge Volpi, p. 198

Más que a los Doce, debemos a Saúl de Tarso (muerto en torno al 64 o 65) la mutación que alentó que una oscura secta, de entre las muchas que proliferaban en la Judea recién incorporada al Imperio, deviniese fantasía universal. Pablo, como empezó a nombrarse tras su precipitada conversión, poseía una identidad doble: el judaísmo ortodoxo de sus padres y su carácter de romano. La ficción jurídica que le permitía ser ciudadano sin haber nacido en Roma lo inspiró a ganar la competencia contra las demás sectas judías; su mayor iluminación en el camino de Damasco no fue cesar de perseguir a los cristianos, sino que su nueva fe pudiera ser inoculada a los gentiles sin que tuvieran la obligación de circuncidarse; ninguna otra se atrevió no ya a incorporar a practicantes de otras religiones, sino a buscarlos con gran celo. A los romanos, esta práctica les parecía aberrante; mientras ellos se apropiaban de las divinidades de los pueblos conquistados, los cristianos buscaban eliminar cualquier otro dios excepto el suyo. Pasaría mucho tiempo antes de que diferenciaran a los seguidores de Jesús de otras sectas judías. Por más de medio siglo, los hebreos fueron un incordio; además de sus extrañas creencias y costumbres, se resistían a honrar al césar y a pagar impuestos. Desde tiempos de Jesús, las legiones debieron soportar los ataques terroristas de los sicarios y las guerrillas de los zelotes. Hasta la destrucción del Segundo Templo, Judea fue un polvorín. Como narra Flavio Josefo (el comandante judío Yosefben Matityahu, quien desertó para sumarse a Vespasiano), en La guerra de los judíos (75-79), durante todo ese tiempo no hubo un segundo de paz. Esta confrontación fue el caldo de cultivo de los iluminados y gurús que anunciaban el fin del mundo.


ANTIGONAS


La invención de todas las cosas, Jorge Volpi, p. 156 

Como han estudiado George Steiner en Antígonas. La travesía de un mito universal para la historia de Occidente (1984) y Rómulo Pianacci en Antígona, una tragedia latinoamericana (2015), su mito compendia los mayores conflictos de la humanidad: el poder frente al individuo; el Estado frente a la familia; la mujer frente al hombre; la juventud frente a la vejez. Redescubierta en el siglo XVI, es en los albores del Romanticismo cuando comienza a ser vista no solo como la tragedia ideal, sino como una de las joyas artísticas más perfectas jamás creadas.

Cada época se construye su Antígona. La imaginación revolucionaria del siglo XIX resalta su condición de acompañante de la revolución y su posición de hermana mientras sublima sus rasgos eróticos; los románticos se concentran en su carácter fantasmagórico y su muerte en vida; y el fin-de-siecle se decanta por su carácter mórbido e irracional y su demencia, luego diagnosticada como histeria. El psicoanálisis provoca un desplazamiento de su primacía en favor de Edipo, si bien, tras el trauma de la Gran Guerra, reaparece como encarnación de los sobrevivientes. Más adelante, señala con dedo flamígero la barbarie nazi y el Holocausto. La segunda mitad del siglo XX la pinta, con tintes marxistas o existencialistas, como la rebelde por antonomasia, sola frente al poder desnudo, mientras la crítica feminista apuntala su enfrentamiento con el patriarcado y la naturaleza disruptiva de su discurso y su sacrificio.


MOLLY BLOOM


La invención de todas las cosas, Jorge Volpi, p. 138

El mejor lector de la Odisea ha sido James Joyce, quien no se contentó con imitarla, sino que se dio a la tarea de traducirla no a otra lengua, sino a otro espacio-tiempo. Su Ulises no es tanto una reescritura cuanto un maniático viaje al futuro: capítulo a capítulo, el irlandés muta, altera y se ríe de los personajes de Homero. Frente a los diez años de viaje de Ulises, el del apacible y no tan ingenioso Leopold Bloom dura un solo día: el 16 de junio de 1904, 1a fecha de la primera cita entre Joyce y Nora Barnacle. No deja de resultar significativo que Joyce haya preferido verse encarnado en el personaje de Telémaco bajo la apariencia de Stephen Dedalus, en vez de en Ulises. Bloom es el prototipo del hombre común -el andrós, el everyman- descrito en el proemio de la Odisea: un personaje que se deja arrastrar de un lado a otro de Dublín, navegando por la vida al capricho de los otros. A diferencia de Penélope, Molly no desraca por su fidelidad: Bloom no puede olvidar el affaire de su mujer con Hugh Boylan, conocido como Blazes, una suerte de donjuán dublinés. En el último capítulo de su proceloso libro, Joyce le devuelve a Penélope la palabra que le arrebató Telémaco. De vuelta en la cama con Leopold, su célebre monólogo interior-una frase como una corriente marina- concluye de este modo (en traducción de José María Valverde): « ... y entonces le pedí con la mirada que me lo pidiera otra vez sí y entonces me preguntó si quería sí decir sí mi flor de la montaña y al principio le estreché entre mis brazos sí y le apreté contra mí para que sintiera mis pechos todo perfume sí y su corazón parecía desbocado y sí dije sí quiero Sí». Sí es la palabra con que inicia y termina el monólogo. En opinión de Joyce -tan machista como sus modelos griegos-, se trata de la expresión femenina por excelencia: la de la mujer que por fin acepta y se somete.


LA LITERATURA NAZI EN AMERICA LATINA


Calle Londres 38, p. 95
Walther Rauff también inspiró a un personaje de una novela anterior de Bolaño, La literatura nazi en América, publicada poco antes de que Pinochet fuera detenido en Londres. Obra satírica en la que interviene un variado elenco de personajes, incluye un capítulo titulado «Dos alemanes en el fin del mundo», en el que se invita a los lectores a viajar a un lugar que el autor denomina «Colonia Renacer», una finca situada en la región central de Chile cuyos residentes eran, en la imaginación del autor, “todos, sin excepción, [ ... ] alemanes».

La «Colonia Renacer» se basaba realmente en Colonia Dignidad, una comunidad religiosa y agrícola establecida por inmigrantes alemanes en 1963 a unos 340 kilómetros al sur de Santiago. En el mundo real, Colonia Dignidad -a la que, para abreviar, en adelante me referiré simplemente como la Colonia- era un lugar en el que abundaban la pedofilia y otros delitos sexuales, y cuyos líderes colaboraban estrechamente con la DINA y con Pinochet. También se decía que tenía vínculos con prófugos nazis, hombres como Adolf Eichmann, Martín Bormann y Josef Mengele, además del propio Walther Rauff. En 197 4, un año después del golpe de Estado, se filmaron imágenes de Pinochet en una visita a la Colonia.

En la novela de Bolaño, la Colonia era un lugar de «orgías paganas, de esclavos sexuales y ajusticiamientos secretos», y donde ondeaba la enseña roja «con el círculo blanco y la cruz gamada negra». Según relata el autor, «el único criminal de guerra que pasó unos años en la Colonia ( dedicado en cuerpo y alma a la horticultura) fue Walther Rauss». Bolaño prosigue diciendo que más tarde se vinculó a este último a «algunas prácticas de tortura durante los primeros años del régimen de Pinochet”.

En este relato de ficción, Herr Rauss encontraba su fin al sufrir un ataque al corazón mientras veía en televisión el partido de fútbol que «enfrentó a las dos Alemanias durante el Mundial de  1974 en la República Federal».Como ocurre en muchas novelas, el relato de Bolaño no era del todo inventado: ese año, el Mundial se celebró en efecto en Alemania Occidental, y las dos Alemanias compitieron entre sí. Ganó Alemania Oriental por 1-0; un resultado amargo para Chile, ya que dejó al país fuera de la competición.


NOCTURNO DE CHILE


Calle Londres 38, Philippe Sands, p. 98

El relato era inventado, pero, como la Colonia, no lo era del todo. La casa que avivara la imaginación de Bolaño existió realmente. Se trataba de «una historia verídica», diría Bolaño. “Lo repito: esto no es un cuento, es real, ocurrió en Chile durante la dictadura de Pinochet, y más o menos todo el mundo [ ... ] lo sabe.”. Bolaño había conocido la historia en un artículo de Pedro Lemebel, publicado en 1994, sobre una casa de Santiago, situada en el número 4925 de la Vía Naranja, donde se celebraban tertulias literarias. Allí vivía el auténtico «James Thompson»: Michael Townley, el agente de la DINA que asesinó a Carlos Prats y Orlando Letelier. Este estaba casado a su vez con la auténtica «María Canales»: Mariana Callejas, que escribía relatos breves y organizaba tertulias literarias en la vivienda. Uno de sus relatos, «¿Conoció usted a Bobby Ackermann?», gan6 un premio literario que convocaba el diario El Mercurio.

En la casa de Townley y Callejas hubo personas reales retenidas, torturadas, asesinadas y desaparecidas sin dejar rastro. El «funcionario español» no era otro que Carmelo Seria, el diplomático de la ONU reconvertido en la novela de Bolaño en funcionario de la UNESCO. Fue aquí, en esta casa -me contó Carmen Seria-, donde a su padre le partieron el cuello apoyándolo en un escalón. Aquí, en el sótano, la DINA puso en marcha el Proyecto Andrea, en el que el químico Eugenio Berríos desarrolló gas sarín para eliminar a los opositores de Pinochet.  Se rumoreaba asimismo que aquí se roció con gas a Seria, en presencia de un inmigrante cubano que solo dos meses después se vería involucrado en el asesinato de Letelier.


1.561. EL EXTRAÑO CASO DE LAHANAU / UMBERTO ECO


Cuando un coleccionista tiene entre las manos un ejemplar de un libro raro, largo tiempo deseado, y se apresta a cualquier forma de colación, a menudo tiembla ante la siguiente alternativa: o su ejemplar concuerda con las descripciones de los catálogos más acreditados (y es un triunfo) o aparece carente de algo (y surge la desesperación). En raras ocasiones el desconsuelo se tiñe de una tenue esperanza, si, por ejemplo, la falta de una lámina puede suplirse consiguiendo una made-up copy que satisfaga, si no los criterios de perfección, sí al menos los de plenitud.

Pero hay una tercera posibilidad: que el ejemplar aparezca incompleto y los catálogos no coincidan en cuanto a los criterios de totalidad, y hasta las colaciones más afortunadas ofrezcan resultados diversos.


INCIPIT 1.560. PANTALEON Y LAS VISITADORAS / MARIO VARGAS LLOSA


-DESPIERTA, Panta-dice Pochita-. Ya son las ocho.Panta, Pantita.

-¿Las ocho ya? Caramba, qué sueño tengo-bosteza Pantita-. ¿Me cosiste mi galón?

-Si, mi teniente-se cuadra Pochita-. Uy, perdón, mi capitán. Hasta que me acostumbre vas a seguir de tenientito, amor. Sí, ya, se ve regio. Pero levántate de una vez, ¿tu cita no es a?

-Las nueve, sí-se jabona Pantita-. ¿Dónde nos mandarán, Pocha? Pásame la toalla, por favor. ¿Dónde se te ocurre, chola?

-Aquí, a Lima-contempla el cielo gris, las azoteas, los autos, los transeúntes Pochita-. Uy, se me hace agua la boca: Lima, Lima, Lima.

-No sueñes, Lima nunca, qué esperanza-se mira en el espejo, se anuda la corbata Panta-. Si al menos fuera una ciudad como Trujillo o Tacna, me sentiría feliz.

-Qué graciosa esta noticia en El Comercio-hace una mueca Pochita-. En Leticia un tipo se crucificó para anunciar el fin del mundo. Lo metieron al manicomio pero la gente lo sacó a la fuerza porque creen que es santo. ¿Leticia es la parte colombiana de la selva, no?

-Qué buen mozo te ves de capitán, hijito-dispone la mermelada, el pan y la leche sobre la mesa la señora Leonor.

-Ahora es Colombia, antes era Perú, nos la quitaron -unta de mantequilla una tostada Panta-. Sírveme otro


JB


Canon de cámara oscura, Vila-Matas, p. 128

sólo surgir de la alta poesía, a la que paradójicamente puede llegarse a través de una prosa sin pretensiones, es decir, por la vía de un relato realista sobre la vida monótona de unos ancianos, por ejemplo. Pienso en los viejos de «Catálisis», el cuento de Juan Benet. Van paseando al atardecer, como todos los días, hacia el colmado de las afueras, el colmado que  marca los límites del pueblo, y no encuentran ese colmado, entienden que lo han sobrepasado sin darse cuenta, pero entonces llama su atención que hayan talado, en época no apropiada, los árboles de la carretera y que haya amenaza de tormenta. Y aun así siguen caminando y hasta siguen andando cuando cae un rayo a lo lejos. Y luego uno más cerca y, aunque se plantean «volver en dirección opuesta a la que han traído», todo ha mudado tras el deslumbramiento provocado por el rayo. De repente, todo a su alrededor está irreconocible y han quedado inmovilizados, cogidos de la mano y mirando al frente de la carretera.

Es un pasaje que me recuerda aquel fulgurante juego de miradas, tras un rayo, entre Dante, que ha pasado más allá del fin del universo y le invade la luz, y Beatriz, que mira al sol. «Mucho es lícito allí, que prohibido está aquí», piensa Dante. Y de pronto parece haberse unido un día a otro día, y Dante se pierde de nuevo en los ojos de Beatriz, absorta en las esferas eternas.


NEUROTIPICO


Canon de cámara oscura, Vila-Matas, p. 14

No puedo dejar de recordar lo osado que era yo  uando me movía en el círculo de Altobelli, tal vez creía que me protegía él. Por ahí también se movía Violet, que debe de recordar que en aquellos días se decía de mí que era autista. No lo era, pero es cierto que en mis primeros años de ayudante de Altobelli, podía parecerlo. Andaba descomunicado del mundo de la gente corriente y tenía una marcada tendencia a decir en todo momento, sin filtro alguno, lo que pensaba. Era un alma libre, pero no un autista. Pasar por un autista me facilitaba las cosas, porque me permitía decir todo lo que pasaba por mi cabeza.

Me ocurría lo que hará unos meses vi reflejado en la atípica serie Dinosaur, escrita por una autista con un talento magnífico para darle la vuelta a todo y hacernos ver lo exageradamente ficticia que es la vida de cualquier neurotípico, esto es, de cualquier persona de las que se considera normal. Porque todos fingen todo el rato y lo que sucede es que jamás pueden ser ellos mismos, y a su manera, están tremendamente encerrados en algo que no existe y que tiene todo el aspecto de, en el fondo, no tener sentido alguno. Hablo del mundo, claro.


JAVIER MARIAS


Secreto y pasión de la literatura, Juan Cruz, p. 99

Muchos lectores acuden a ti en busca de sentido común. ¿En qué estado está en España el sentido común?

En un estado un poco comatoso, según mi punto de vista. Uno de los problemas de nuestro tiempo es que, cosas que pueden tener cierta razón de ser, sacadas de madre, pierden razón.  Si resulta que esto es machismo y esto también, y aquello es racismo o las dos cosas a la vez, y esto es una blasfemia y aquel chiste es incorrecto ... , entonces, ¿qué digo? Ahora en Ucrania, por ejemplo, están derribando estatuas de Pushkin, de Tolstói ... solo porque son rusos. Pero, bueno, ¿la gente está loca? iQué tiene que ver un poeta extraordinario con Putin y con la actualidad? Lo mismo con las estatuas de Colón por toda América. Entonces, como hay esa tendencia a medir todo con los parámetros de hoy, lo cual es un disparate y uno de los mayores atentados contra el sentido común, pues enseguida se cae en la exageración y en la muerte del sentido común.

También hablas de un fenómeno paralelo a esa cultura de la cancelación: el Me Too. ¿Es un elemento pasajero o qué?

Yo creo que algún día esto tiene que cambiar. En el Me Too hay una parte de razón de ser. Pero en el momento en que se desmadra y se exagera, pues ... A ver: Quevedo mató a un hombre, por tanto, alguien lo califica de asesino. iPor eso hay que dejar de leerlo? Una estatua se le hace a alguien no por lo malo que hizo, sino por lo bueno. Es como si un solo delito borrara toda una obra trascendental para la historia. Está todo tan desquiciado que yo creo que tiene que llegar una época en que se empiece a diferenciar la obra de lo que hizo una persona o de cómo se porta en casa.


WIKIPEDIA

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