Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 1.591. EL DIRECTOR / D.KEHLMANN


¿Qué hay de nuevo este domingo?

¿Qué hago en este coche?

Voy sin moverme. Cuando no te mueves, a veces te vuelve la memoria.

Pero no sirve de mucho. Lo único claro es que el conductor fuma. El vehículo está lleno de un humo espeso. Me arden los ojos. Me estoy mareando. El señor tiene el pelo gris, motas de caspa en los hombros. Del espejo retrovisor cuelga una cadenita de perlas con un pequeño crucifijo.

Una cosa detrás de otra. El chófer vino a recogerme, me abrió la puerta, y los demás se quedaron mirando con la boca abierta, el escuálido Franz Krahler, la tonta de la señora Einzinger y también ese otro tipo bajito que nunca me acuerdo de cómo se llama.

Porque, en realidad, en el sanatorio Abendruh son todos los días iguales. Durante el desayuno, se oye la radio, se sale al parque, te duele la espalda, ponen la comida, echas un vistazo al periódico, te enfadas por algo mientras la tele está encendida; algunos la miran, otros duermen, siempre hay alguien que tose como si estuviera a punto de morirse. Luego enseguida se hacen las tres y media, luego sirven la cena y luego estás en la cama sin poder dormir, yendo al baño cada media hora. A veces hay visitas, aunque a ti nunca vienen a verte. A veces se muere alguien y se lo llevan. Eso sí, lo rarísimo es que un coche negro con chófer venga a recoger a uno que sigue vivo.


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