Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

GASOLINA


En otoño, Karl Ove Knausgard, p. 45

En los días lluviosos de otoño, cuando el cielo era de color gris oscuro, los abetos del bosque junto a la carretera de color verde oscuro, el asfalto de la calle casi negro y todos los demás colores estaban palidecidos por la luz suspendida y la humedad, se podía ver la gasolina en la  carretera brillando con los colores más fantásticos e inusuales. La gasolina era tan distinta a todo lo que conocíamos que podía haber venido de otro mundo. Podía uno imaginarse un mundo maravilloso, lleno de cuentos y aventuras, abigarrado y generoso. Generoso porque el juego de colores de la gasolina, que era como si apareciera y desapareciera arbitrariamente, estaba relacionado con los lugares más feos y vacíos. Ese juego de colores no se veía nunca en prados o campos ni en rocas o playas,-sino que surgía en aparcamientos, caminos de grava y asfalto, puertos de barcos de recreo, solares · en construcción. La gasolina podía de repente flotar en el opaco espejo entre verde y gris del agua de los charcos, desconectada del agua como del resto del entorno, y si la pinchabas con un palito podían surgir nuevos colores, púrpura, lila, azul cobalto, en dibujos llenos de curvas y lagunas, bellas como caracolas o galaxias.


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