PRÓLOGO
En una cinta menos memorable de
lo que se pregona, un célebre personaje de ficción musitaba mirando al abismo
que él había visto arder sistemas solares más allá de Sirio, tempestades de
fuego en estrellas extinguidas, chocar galaxias en el vacío infinito y otras
grandezas semejantes. No voy a compararme con este prodigio cibernético, pero
es cierto que yo he conocido un mundo literario tan desaparecido como la
Atlántida. A lo cual se puede añadir «y me congratulo», o bien «lo deploro». Pero
ni lo uno ni lo otro.
Los cambios en ese ámbito
estratosférico que suele llamarse «cultura» y donde, a medida que se extinguían
las viejas actividades cultas, han ido entrando cada vez más sorprendentes
actividades
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