Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 396. UN AMOR DE SWANN / MARCEL PROUST

Para formar parte del «cogollito», del «grupito», del «pequeño clan» de los Verdurin, bastaba una condición que también era indispensable: había que prestar adhesión tácita a un Credo, uno de cuyos artículos era que el joven pianista protegido aquel año por Mme. Verdurin y del que ella decía: «¡No debería estar permitido saber tocar a Wagner así!», «se cargaba» de un golpe a Planté y a Rubinstein, y que el doctor Cottard tenía más diagnóstico que Potain. Toda «nueva recluta» a quien los Verdurin no lograran convencer de que las veladas con gente que no iba a las suyas eran aburridas como la lluvia, se veía inmediatamente excluida. Como en este punto las mujeres eran más reacias que los hombres a renunciar a toda curiosidad mundana y al deseo de informarse por sí mismas del atractivo de los de-más salones, y como los Verdurin, temiendo por otra parte que ese espíritu inquisitivo y ese demonio de frivolidad podía, por contagio, resultar fatal para la ortodoxia de la pequeña iglesia, se habían visto obligados a eliminar uno tras a otro a todos los «fieles» del sexo femenino.

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