De Informe sobre ciegos de E. Sábato
Vaciló, pero finalmente aceptó, cuando
le dije que ese dinero sería empleado para ayudar a un grupo anarquista de
Suiza. No era difícil convencerlo de: nada que se refiriese a la causa, por
utópico que pareciese: a primera vista y, sobre todo, si era utópico. Su
ingenuidad era a toda prueba: ¿no había trabajado para un sinvergüenza como
Podestá? Vacilé un momento con respecto a la nacionalidad de los anarquistas,
pero me decidí al fin por Suiza a causa de la enorme magnitud del dislate, ya
que para una persona normalmente constituida creer en anarquistas suizos es
como aceptar la existencia de ratas en una caja fuerte. La primera vez que pasé
por ese país tuve la sensación de que era barrido totalmente cada mañana por
las amas de casa (echando, por supuesto, la tierra a Italia). Y fue tan poderosa
la impresión que repensé la mitología nacional. Las anécdotas son esencialmente
verdaderas porque son inventadas, porque
se las inventa pieza por pieza para ajustarla exacta mente a un individuo. Algo
semejante: sucede con los mitos nacionales, que son fabricados a propósito para
describir de alma de un país, y así se me ocurrió en aquella circunstancia que
la leyenda de Guillermo Tell describía con fidelidad el alma suiza, cuando el
arquero le dio con la flecha en la manzana, seguramente en el medio exacto de
la manzana, se perdieron la única oportunidad histórica de tener una gran
tragedia nacional. ¿Qué puede esperarse: de un país semejante? Una raza de relojeros,
en el mejor de los casos
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