Mi ambición, como persona reservada
que soy, es que me borren y echen de la historia, sin dejar rastro, sin más
restos que los libros publicados; ojalá hace treinta años hubiese tenido
suficiente perspicacia para prever lo que iba a ocurrir como algunos
isabelinos, y no los hubiese firmado. Es mi propósito que, vencidos todos los
esfuerzos, la esencia y la historia de mi vida, que en la frase equivalen a mis
exequias y mi epitafio, sean ambas: Compuso libros y murió.
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