De Por el camino de Swann de
Marcel Proust, p.323
No era de esas personas que, por
pereza o por resignado sentimiento de la obligación que crea la grandeza social
de estarse siempre amarrado a cierta orilla, se abstienen de los placeres que
les ofrece la vida fuera de la posición social en que viven confinados hasta su
muerte y acaban por contentarse cuando se acostumbran, y a falta de cosa mejor,
con llamar placeres a las mediocres diversiones y los aburrimientos soportables
que esa vida encierra. Swann no hacía porque le parecieran bonitas las mujeres
con que pasaba el tiempo, sino que hada por pasar el tiempo con las mujeres que
le habían parecido bonitas. Y muchas veces eran mujeres de belleza bastante
vulgar: porque las cualidades físicas que buscaba estaban, sin darse cuenta él,
en oposición completa con las que admiraba en los tipos de mujer de sus
pintores o escultores favoritos. La profundidad y la melancolía de expresión
eran un jarro de agua para su sensualidad,
que despertaba, en cambio, ante una carne sana, abundante y rosada.
Si en un viaje se encontraba con
una familia con la que habría sido más elegante no trabar relación, pero en la
que alguna mujer se le aparecía revestida de un encanto nuevo, guardar el
decoro, engañar el deseo que ella inspiró, sustituir con un placer distinto el
que habría podido sacar de esa mujer escribiendo a una antigua querida suya
para que fuera a reunirsele, le hubiera parecido una abdicación tan cobarde ante
la vida, una renuncia tan estúpida a un placer nuevo. como si en vez de viajar
se estuviera encerrado en su cuarto viendo vistas de París.
1 comentario:
Sin duda es cobarde no tomar el amor
que se nos presenta por condicionamientos sociales. Para convivir tal vez se necesiten ciertas afinidades; para amar:No
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