De Lo que mueve el mundo de K Uribe, p.84
Las rupturas no llegan de
repente, acostumbran a ser consecuencia de una herida que lleva tiempo abierta.
Como en los terremotos, las capas interiores de la tierra presionan en
silencio, una contra otra, hasta que, en un momento dado, desgarran la corteza
terrestre. La razón de la ruptura, la causa más profunda, tampoco solemos verla
con claridad hasta que ha pasado un tiempo. Y pocas veces suele ser única -un
solo desencuentro, una sola riña- la razón que provoca todo ese terremoto.
Además, con el paso del tiempo, aquella razón que tanto nos ofendió se va
difuminando, va perdiendo sus aristas, igual que las figuras de las portadas
góticas, y ya no nos hace sufrir tanto.
Los amigos no se enfadan de
repente; por el contrario, la vida de cada cual tira hacia uno y otro lado, y
son esas fuerzas las que desgarran la amistad, como una tela vieja cuando tiramos
de ella. Y uno piensa cómo es posible que personas que en un tiempo estuvieron
tan cerca estén luego tan lejos; que las mismas personas que una vez se
llevaron tan bien luego reaccionen con amargura, con rabia despiadada, como el
peor de los amantes.
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