Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 402. UN REGUERO DE POLVORA / REBECA WEST

El asombroso rostro del enemigo del mundo ascendió raudo hacia el avión: pinares sobre pequeñas colinas, lagos de un brillante verde grisáceo, tan pequeños que nunca podrían ser más que lisos, jardines crecidos con judías lengua de fuego, campos con hileras de trigo cobrizo, pueblos de tejados bermejos con gabletes precipitosos e iglesias con campanarios con forma de calabaza que no hubiese podido diseñar ningún arquitecto de más de siete años. Otro minuto más y el avión descendió hasta el corazón mismo del enemigo del mundo:  Núremberg. No hicieron falta muchos minutos más para llegar al tribunal donde el enemigo del mundo estaba siendo juzgado por sus pecados. Ahora bien, esos pecados quedaron olvidados de inmediato ante el asombro suscitado por el conflicto que sacudía a ese tribunal, aun no teniendo nada que ver con los cargos sometidos a su consideración. El juicio se hallaba entonces en su undécimo mes y el tribunal era una ciudadela de tedio. Todos los que estaban en su ámbito eran presa de un extremo aburrimiento. Con esto no pretendo decir que el  trabajo que se traían entre manos fuera desempeñado con languidez: una disciplina férrea se oponía frontalmente al tedio y no cedía ni un centímetro. Pero, con todo y con eso, el proceso más espectacular que se estaba desarrollando ante el tribunal por entonces era un  cierto tira y afloja respecto al tiempo. 

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