De Luz de agosto de W Faulkner (Círculo), p.131
La memoria cree antes de que el
conocimiento recuerde. Cree mucho más tiempo que recuerda, mucho más tiempo del
que tarda el conocimiento en preguntarse. Conoce, recuerda, cree un pasillo en
un largo edificio frío, arruinado, lleno de ecos, un largo edificio de
ladrillos de un rojo sombrío manchados por la lluvia de más chimeneas que las
suyas, construido sobre una especie de aglomerado de carbonillas sin una brizna
de hierba, rodeado de fábricas humeantes y ceñido por una cerca de alambre de
tres metros de altura, como una penitenciaría
o un jardín zoológico. Y, allí dentro, con un piar infantil de gorriones, unos
huérfanos uniformemente vestidos con tela azul surgen en visiones locas y
furtivas, desaparecen, después, de la memoria, pero quedan constantemente en el
conocimiento, tan constantemente como las paredes frías, las ventanas frías
donde la lluvia de carbón de las chimeneas vecinas corre en regueros de
lágrimas negras.
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