Blonde: una novela sobre MM, JC Oates, p. 815
-Bueno, me ... titubeó la Actriz
Rubia-me daría vergüenza hablar así.
La Morena se echó a reír.
-A mí me dan vergüenza muy pocas
cosas.
Pero la Actriz Rubia insistió.
-Actuar es una forma de vivir. No
sólo por dinero. Es ... bueno, ya lo sabes. Un arte.
La turbaba hablar con tanta
vehemencia.
-Tonterías --dijo la Morena-.
Actuar no es más que actuar.
Pero quiero ser una gran actriz.
Seré una gran actriz.
Compadeciéndola tal vez, al ver
su expresión, la Morena cambió de tema y se puso a hablar de los hombres.
Graciosos y crueles. De los hombres que conocían las dos, jefazos de los
estudios, productores particulares. Actores, directores, guionistas, agentes y escurridizos
y fantasmales inquilinos de la cultura marginal. Claro que había follado con Z,
«para subir. ¿Quién no?» también había
jodido, hacía años, con «Shinn, aquel judío retaco y sexy», e incluso ahora
echaba de menos a l. E. También con Chaplin. Bueno, con Charlie padre y con
Charlie hijo. Con Edward G. Robinson padre y con Edward G. Robinson hijo. «A
estos dos, a Cass y a Eddy G, también te los tiraste tú, ¿verdad, Norma?» Con
Sinatra, con quien había estado casada durante unos cuantos años de inestabilidad.
Frankie, a quien había dejado de respetar el día que quiso matarse con
somníferos.
-Por amor. Por amor a mí.
Llamaron a una ambulancia, no a mí, y lo salvaron. Así se lo dije a él: «So
panoli. Toman somníferos las mujeres. Los hombres se ahorcan o se saltan la
tapa de los sesos. » Nunca me perdonó, pero a otras mujeres aún las perdonó menos.
La Actriz Rubia habló entre titubeos
de lo mucho que admiraba a Sinatra el cantante.
-No es malo -prosiguió la Morena,
encogiéndose de hombros--. Si te gustan las ñoñerias blandengues de los blancos
americanos. A mí lo que me va es el sonido negro sucio, el jazz, el rock. Frankie
era bueno jodiendo. Cuando no estaba borracho o drogado. Era puro nervio. Un
esqueleto saltarín con la polla a punto.
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