Blonde: una novela sobre MM, JC Oates, p.224
-Encima quiere tener hijos
-prosiguió Bucky, indignado-. En plena guerra. Ha estallado la Segunda Guerra
Mundial, el mundo se está yendo a hacer puñetas y mi mujer quiere tener hijos. ¡Señor!
-No seas blasfemo, Bucky
-protestó débilmente la señora Glazer-. Ya sabes cuánto me fastidia.
-Yo sí que estoy fastidiado
-replicó Bucky-. Cuando vuelvo a casa, Norma Jeane se comporta como si se
hubiera pasado el día entero limpiando y haciendo la cena para mí, esperándome.
Como si no existiera sin mí. Como si yo fuera Dios o algo por el estilo. -Dejó
de pasearse, respirando con díficultad. La señora Glazer le había servido
gelatina de cerezas en un plato y él empezó a comer con voracidad. Con la boca
llena, añadió-: Yo no quiero ser Dios. No soy más que Bucky Glazer.
El señor Glazer, que había
permanecido callado hasta ahora, declaró con contundencia:
-Mira, hijo, vives con esa chica.
Os casasteis por la Iglesia «hasta que la muerte os separe». ¿Acaso crees que
el matrimonio es un tiovivo?, ¿que puedes dar unas cuantas vueltas y luego
apearte para jugar con los demás chicos? No, señor. Es para toda la vida. Mientras
comía la gelatina de cereza, Bucky emitió un sonido semejante al que haría un
animal herido.
Quizá en tu generación, viejo.
Pero no en la mía.
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