Si de verdad consideran que puede
interesarles esta historia, espero que no les importe que el tono de algunos
pasajes, la voz o lo que sea, les recuerde el tono, la voz o lo que sea de una
de las novelas más conocidas de la segunda mitad del siglo xx. Les pido que me
disculpen por ello, porque la verdad es que en mi vida no he leído más que unas
pocas obras y casi todas de ese mismo autor, motivo por el que me gustaría que
cuando se lo recuerde no me lo tengan en cuenta. Este relato trata de mi breve
relación con alguien a quien conocí en unas circunstancias realmente
excepcionales. Por el momento creo que es suficiente información. Así que dejen que me remita a la época en la
que esta historia debería dar comienzo, en septiembre de 2008, a la vuelta del
verano, cuando la empresa para la que trabajaba cambió de sede y Jeanine me
pidió un respiro, o así fue como lo entendí, porque lo que verdaderamente dijo
es que necesitaba tiempo para pasear. Entonces ella se quedó en su piso y yo me
mudé a un estudio que tiempo antes había comprado junto a La Maquinista, cuando
todavía disfrutaba de cierta capacidad inversora. La Maquinista era por aquel
entonces, y sigue siéndolo ahora años más tarde, un moderno centro comercial
situado en la frontera de uno de los barrios más antiguos y extremos de
Barcelona, y no era, ni es, el mejor de los lugares adonde un consultor de
empresas como yo--casi un rookie-podía irse a vivir, aunque tampoco fuera el
peor; simplemente se trataba del lugar donde había materializado aquella
inversión. Me mudé mientras pensaba en los artículos que venían publicándose en
la prensa desde mucho antes del verano y que pronosticaban una crisis económica
monumental
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