Blonde, una novela sobre Marilyn Monroe, JCOates, p. 792
Miedo escénico. Porque no podía
expresar la ira. Porque podía expresar con estilo y sutileza todas las
emociones menos la ira. Porque podía expresar el dolor físico, la confusión, el
temor, el sufrimiento moral, pero no podía presentarse de manera convincente como
instrumento de tales reacciones en otros. No en escena. Su debilidad, el
temblor de la voz cuando la alzaba con enfado. En son de queja, encolerizada.
¡Pero no, no podía! Y alguno, situado al fondo del local donde ensayaban (fue
en Manhattan, en el New York Ensemble, y ella sin micrófono), gritaba:
«Perdona, Marilyn, pero no te oigo.» El hombre que era su amante o que había
deseado ser su amante, al igual que todos sus amantes convencido de que sólo él
conocía el secreto que resolvería el enigma, la maldición de Monroe, le dijo
que como actriz debía aprender a expresar la ira, que ella sería entonces una
gran actriz o que al menos tendría una oportunidad para serlo, él guiaría su
trabajo, él le elegiría los papeles, la dirigiría, haría de ella una gran
actriz de teatro; bromeando y reprendiéndola incluso mientras copulaban (sin
dejar de hablar como solía, con lentitud y desconcierto, medio abstraído, más que
en el momento del orgasmo, y aun así por poco tiempo, como si fuera un
paréntesis) y diciéndole que sabía por qué no era capaz de expresar la ira, ¿lo
sabía ella?, y ella negó con la cabeza, y él dijo Porque quieres que te amemos,
Marilyn, quieres que el mundo te ame y no te destruya, aunque tú destruirlas el
mundo y temes que conozcamos tu secreto, ¿no crees?, y ella huyó de él y amó a
su amigo el Dramaturgo, y se casó con el Dramaturgo, que la conoció como Magda
y que apenas llegaría a conocerla.
(En la foto el matrimonio acompañado de Yves Montand y Simone Signoret)
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