El secreto de la modelo extraviada, Eduardo Mendoza, p. 264-265
¡Nunca debimos abandonar la Edad
Media! España se desmorona y nadie mueve un dedo para defenderla. Aún diré más:
todos cooperan a su desmoronamiento. A sabiendas o por dejación, todos
coadyuvan a debilitar y, en última instancia, a destruir el Estado. Inclusive
el Estado participa en esta labor perniciosa. Actualmente en España no manda el
Gobierno ni los partidos. Manda la quinta columna. Es un término militar. En
boca de otro podría parecer pedante, pero yo lo puedo usar porque soy coronel.
La quinta columna. Y ahora te pregunto: si metes una columna podrida en un
cesto de manzanas, ¿qué ocurre? Lo de siempre: al cabo de poco todas las manzanas
están agusanadas, y cuando las manzanas están agusanadas, la única solución
razonable es ponerlas contra la pared y fusilarlas. De la misma manera, una
nación o país, como prefieras llamarlo, si no tiene un Estado fuerte es como un
cesto de manzanas o, mejor dicho, como un cesto de gusanos, antes de manzanas.
Verás, en la China milenaria ... no la fábrica de porquerías que es ahora, sino
la China antigua, la milenaria, todos, empezando por el sabio Confucio,
consideraban el Estado como la reencarnación del cielo en la tierra. El
emperador también, pero para ellos el emperador era la reencarnación del
Estado. No sé si me explico con claridad, a veces con las cosas de la China me
hago un bollo. Bueno, pues como te digo, en la China, hace miles y miles de años,
la burocracia era la columna vertebral del Estado. Si el Estado era la
encarnación del cielo, la burocracia era la reencarnación del orden del
universo, con sus galaxias y sus quásares. Los burócratas eran más importantes
que los nobles o los sacerdotes o los militares. Los burócratas eran lo más. Y
dentro de la burocracia, ¿cuál dirías que era el cargo más elevado? Seguramente
me dirás: el ministro de Economía, o el jefe de las Fuerzas Armadas. Pues no,
señor. ¿Cuál dirías tú que era el funcionario de más categoría?
-No caigo -admití.
-El verdugo -dijo él-. Y detrás
del verdugo, en segundo lugar, el encargado de las velas en el palacio
imperial. De las velas y las palmatorias.
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