Las dimensiones finitas, AGPorta. p. 84
Al poeta lo habían enterrado
cerca de la puerta del cementerio. Albertine hizo que la fotografiara junto a
la tumba, flanqueada por dos banderas republicanas y por los numerosos
recuerdos que habían dejado allí alumnos de secundaria de media España. Se veía
que Machado era un reclamo de primer
orden para el turismo español, aunque en Collíure no parecía gozar del mismo
fervor con que acogían a las glorias galas. Albertine dijo que sería porque
llegó allí para morir como quien muere en cualquier cuneta, fruto más de la
casualidad que de cualquier otra cosa. Tal vez fuera un trato de la misma
especie-si se exceptúa el monumento-que el dispensado a aquel Walter Benjamín a
nuestro lado de la frontera. Tal vez los galos preferirían olvidar el asunto de
los refugiados españoles aunque sólo fuera por vergüenza, dijo ella. Del
cementerio descendimos hacia el puerto por calles estrechas y retorcidas, repletas
de visitantes, de talleres de pintores y de toda clase de comercios.
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