El rey pálido, DFWallace, p. 383
-De esa forma en que la crueldad
se arremolina y cambia de objetivo en un grupo de niños, en cualquier momento
te puede convertir en su víctima, todo el mundo está intentando cambiar de
posición todo el tiempo: ahora eres tú el cruel, ahora eres el objeto de la
crueldad de otro.
-Y no hay nada como mearse o
cagarse encima en un grupo que está jugando al béisbol o a patear una lata o lo
que sea, por pura excitación o por no querer dejar el partido ni un momento,
para convertirte en la diana de las burlas y las mofas de todo el mundo. Para
el resto de tu vida te conviertes en el chaval que se cagó encima mientras
jugaba a patear la lata, y solo hicieron falta unos cuantos placajes para que
todo el mundo supiera que habías sido tú, y daba igual que pasaran los años,
daba igual que estuvieras en el baile de fin de curso del instituto: todo el
mundo seguía sabiendo que eras el chaval que se cagó encima en 1961.
Nadie dijo nada. No se oía nada
más que las bobinas al girar. La niebla les daba a las farolas un aire
fantasmal. Era la cuarta hora de una vigilancia del tercer turno de la División
de Investigación Criminal en el Hobby 'n Coin de Peoría. No había viento; la
niebla se limitaba a flotar.
-Pero es un poder terrible,
también, cuando eres niño, el haber entrado en contacto con la mierda. Eras el
hazmerreír de todos, pero también podías hacerlos huir si te les acercabas con
lo que fuera que había entrado en contacto con la mierda, podías hacer que
echaran a correr entre gritos.
Los dos agentes más jóvenes
llevaban sendas gafas de sol plegadas y sujetas por una patilla a las mangas de
la camisa.
-Esa obsesión que tienen los
niños por la mierda y la mierda de perro y por entrar en contacto con la mierda
hay que conectarla con el aprendizaje de usar el retrete y con su primera
infancia, que en esa época de su vida no les queda tan lejos.
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