La broma infinita, DF Wallace, p. 56
El lavabo tiene unos azulejos de
color amarillo verdoso, que él no eligió, pero acaso lo hizo el defensa libre
que vivió aquí antes de que los Cardinals lo enviaran de regreso a Nueva
Orleans junto con dos defensas de reserva y dinero en efectivo a cambio de Orín
Incandenza, pateador.
Y por más veces que ha hecho
venir a la gente de Terminex, no ha habido forma de erradicar las inmensas
cucarachas que salen de la cañería del lavabo. Según los de Terminex, son
cucarachas de cloaca, Blattaria implacabilis, o algo así. Unas cucarachas
verdaderamente enormes. Unos bichos acorazados, renegridos con caparazones del
tipo Kevlar, la hostia. E intrépidos, criados en esas cloacas hobbesianas. Ya
eran una desgracia las pequeñas cucarachas marrones de Boston y Nueva Orleans,
pero al menos uno podía entrar en casa y, al encender la luz, huían
despavoridas. Estas cucarachas de cloacas del sudoeste, cuando enciendes las
luces, te miran de abajo arriba como diciendo: «¿Tienes algún problema?». En
una sola ocasión, Orin pisó una que había salido diabólicamente del desagüe de
la ducha cuando él aún estaba allí; salió disparado desnudo, se calzó unos
zapatos y volvió a intentar aplastarla convencionalmente; el resultado fue
explosivo. De aquel incidente todavía quedan restos en las rendijas del
azulejo. Imposible de limpiar. Tripas de cucaracha. Algo nauseabundo. Fue
preferible tirar a la basura los zapatos que intentar lavar la suela. Ahora
guarda grandes vasos de vidrio en el baño, y cuando enciende la luz y ve una
cucaracha, le pone el vaso encima inmovilizándola. A los dos días, el vaso está
empañado y la cucaracha se ha asfixiado sin ensuciar nada; Orin pone la
cucaracha y el vaso en diferentes bolsas Ziplocs, y los tira en el basurero que
hay en su calle, aliado de un campo de golf.
Con cierta frecuencia, el suelo
de mosaicos amarillos parece una pista de carreras de obstáculos con los vasos
y los bichos que allí están atrapados, inmóviles, agonizando estoicamente hasta
que poco a poco los vasos se nublan con el dióxido cucarachil. Todo eso enferma
a Orin. Ahora piensa que cuanto más caliente esté el agua de la ducha, menos
probabilidades hay de que alguno de esos pequeños vehículos acorazados tenga
interés en aparecer cuando él todavía está allí. A veces se presentan a primera
hora de la mañana en la taza del váter, nadando estilo perrito y tratando de
escalar por los costados.
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