Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

SIN TECHO

Los papeles de Puttermesser, Cynthia Ozick, p. 167
-Hola, pizzera, ¿cuándo comemos?
-El otro día vi una mendiga en la calle con uno de esos carritos -dijo el hombre calvo con la coleta-. Lo llevaba lleno hasta el tope de zapatos viejos. Todos mezclados, ningún par.
-¿Qué pensaba hacer con ellos?
-Quién sabe. Venderlos.
-Comerlos.
-Hervidos en las profundidades de la Grand Central Station y luego comerlos.
-Eso no es gracioso -dijo una de las mujeres sentadas en el sofá-. Yo trabajo con los indigentes.
Puttermesser se detuvo. La compasión hada el devastado municipio -ecos de sus días de funcionaria pública- aún latía en su interior.
-Lo que intentamos en nuestro programa, que es voluntario, es que escriban diarios. Les leemos poesía, E.E. Cummings, por ejemplo. Tenemos que hacerles ver que todos somos iguales. Ellos sienten cuando uno los acompaña espiritualmente.

Otra versión de la cantinela neoyorquina. La versión ingeniosa y la versión seria. Y ambas desbordantes de ego y de vanidad. Todo era afectación. ¿Dónde estaba la virtud? ¿Dónde el conocimiento? Puttermesser era consciente de los temblores y los deseos interiores. Pensó en la reciprocidad, en el significado. Tantas poses indolentes, tantas estupideces dichas con la mirada fija en el del o raso.

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