La historia nos había mantenido
bastante interesados, junto al fuego, pero no recuerdo haber oído comentario alguno
-exceptuada la observación obvia de que era truculenta, como había de ser, en
esencia, cualquier relato extraño contado en Nochebuena en una casa antigua- hasta
que por fin alguien dijo que era el único caso por él conocido de una aparición
semejante a un niño. Se trataba, dicho sea de paso, de la visión -en una casa
antigua como aquella en la que nos habíamos reunido- de un espectro
horripilante ante un niño pequeño que dormía en el mismo cuarto que su madre y
la despertó, aterrado, si bien sólo consiguió que ella -en lugar de disipar su
pavor y calmarlo hasta volver a dormirse topara también, antes de haberlo conseguido, con el mismo fantasma que lo había
espantado a él. Esta observación produjo una respuesta -no de inmediato, sino más
avanzada la noche- por parte de Douglas, con la interesante consecuencia que me
dispongo a señalar. Otro de los presentes contó una historia que no surtió demasiado
efecto y noté que él no le prestaba atención.
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