La dimensiones infinitas AGPorta, p.41-42
Además del tal Seymour Glass y de
su hermana Boo Boo y del sobrino Lionel, anoté a Franny, cuyo nombre le daba
título a uno de los dos relatos del libro, y a Zooey, el menor de todos, quien
también contaba con su propio relato. Anoté a Buddy, el mayor de los hermanos vivos
y a los dos gemelos Walt y Waker, el primero de los cuales había muerto en
Japón en 19 4 5. Ahí descubrí que el aviador que muere en el relato titulado
«El tío Wiggily en Connecticut» es ese gemelo llamado Walter Glass. En total
anoté siete hermanos que a lo largo de los años habían ido apareciendo en un
concurso radiofónico llamado «Este niño es un sabio». Además me ocupé de
Bessie-la madre-y de Les-el padre-, y también de personajes que podrían haber
pertenecido a la familia Glass o que les andabana la zaga, como, por ejemplo,
el Teddy superdotado que igualmente participaba en concursos de niños sabios, que
hablaba de las dimensiones finitas y que, tal como había sucedido con algunos
hermanos Glass, había tenido que enfrentarse en sendas épocas de su vida a un
grupo examinador de Boston. Lo más revelador que encontré, sin embargo, fue que
aquella Franny era una mujer de la especie de Albertine. Es imposible que yo
sepa describir por qué se daba aquella similitud, si al fin y al cabo el
escritor no hacía más que enlazar una conversación tras otra sin que ocurriera
nada especial. La tal Franny era contraria a todo lo que gustaba a los
muchachos y muchachas de su edad, gente bien, todo hay que decirlo, que iban a
la universidad y que a ella le parecían excesivamente estúpidos. De Zooey saqué
una imagen parecida, sólo que la clase de conversación que mantenía, primero con su
madre y después con Franny, era de un género distinto a la de la historia
anterior. Me aprendí bien de qué iba aquello. Aparentemente, los dos relatos
giraban alrededor de Franny. En el primero le descubríamos un cierto desorden
emocional y en el segundo lo preocupados que estaban los demás por ella, ya que
no dejaba de llorar a causa de un repentino embrollo con su espiritualidad. Lo
curioso es que, de pronto, el lector se daba cuenta de que todo aquello no
guardaba relación con Franny sino con
Seymour, el hermano mayor suicidado en el cuento del pez plátano. No había
manera de quitar de en medio a aquel tipo. Siempre estaba presente. Cuanto
hicieran los hermanos tenía que ser comparado o guardaba relación con Seymour.
Era como si antes de morir hubiera esparcido tanta mierda entre su familia que
años más tarde todavía no hubieran podido quitársela de encima.
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