Te quiero más que a la salvación de mi alma

Te quiero más que a la salvación de mi alma
Catalina en Abismos de pasión de Luis Buñuel

INCIPIT 548. EL REY PALIDO / DF WALLACE

AÑO DE GLAD
Estoy sentado en una sala, rodeado de cabezas y de cuerpos. Mi postura es conscientemente congruente con la forma de nú dura silla. Es una fría habitación en la administración de la universidad con las paredes forradas de madera, con cuadros al estilo Reoúngton, y ventanas dobles que la protegen de la canícula de noviembre. Los ruidos administrativos quedan   aislados por la sala de recepción por la que acabamos de entrar el tío Charles, el señor DeLintyyo.
Yo estoy aquí dentro.
Tres rostros perentorios se sitúan encima de sendas americanas ligeras de verano y anchas corbatas de seda en la otra punta de una pulida mesa de conferencias de pino que brilla con la luz cual telaraña del atardecer de Arizona. Son tres decanos: el de admisiones, el de asuntos académicos y el de asuntos deportivos. No sé qué rostro pertenece a quién. Creo estar dando una imagen neutra, quizá incluso agradable, aunque se me ha aconsejado que es preferible que ande por la senda de la neutralidad y que ni siquiera intente lo que a mí me parecería una expresión amable o una sonrisa.

Me he decidido por cruzar las piernas, espero que cuidadosamente, el tobillo sobre la rodilla, las manos juntas sobre los pantalones. Tengo los dedos entrelazados en una sucesión especular de lo que a mí me parece una letra equis. El personal restante de la sala de entrevistas incluye a: el director de redacción de la universidad, el entrenador del primer equipo de tenis y A. DeLint, prorrector de mi academia. A mi lado está C. T.; los demás están respectivamente sentados, de pie y de pie en la periferia de mi visión. El entrenador de tenis juguetea con unas monedas. Hay algo vagamente estomacal en el olor de la habitación. La suela de alta tracción de mi maravillosa zapatilla Nike corre paralela al bamboleante zapatón deportivo del hermanastro de mi madre, presente en su condición de director de estudios de mi escuela, sentado en la que espero que sea la silla de mi derecha y también de cara a los  decanos.

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