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Era de corta estatura y
reservado, pero llamaban la atención su silencio febril, su buen humor taciturno,
sus modales, ora arrogantes, ora sesgados, hay quien dijo que torvos. Eso es al
menos lo que aparentaba ya entrado en años. Nada de eso se ve en el retrato
que, en los techos de Wurzburgo, precisamente en la pared sur de la Kaisersaal,
en la comitiva de bodas de Federico Barbarroja, dejó de él Tiepolo, cuando
contaba el modelo veinte años: ahí anda, a lo que dicen, y podemos ir a verlo,
por las alturas y entre cien príncipes, cien condestables y maceros, otros
tantos esclavos y mercaderes, mozos de cuerda, bestias y putti, dioses,
mercancías, nubes, las estaciones del año y los continentes, que suman cuatro,
y dos pintores irrecusables, aquellos que de esa forma juntaron a la gente en
esa recensión exhaustiva y están, no
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