De A propósito de Majorana, p.39
Hay veces en que la realidad supera
a la teoría. Hay veces en que la teoría supera a la realidad. Y hay veces en
que nos es dado asomarnos a ese sitio ingrávido que queda un poco más allá de
ambas, para comprender que tanto realidad como teoría no son más que las hijas
pobres de la historia que nos contamos, esa que nos envuelve a todos y de la
que todos somos parte, por más que sólo cobre forma en la soledad de cada uno.
Ordenar los datos que forman parte de una historia implica siempre falsearlos,
fundar sentidos allí donde no los hay, inventar relaciones que liguen las
causas con los efectos. Los acontecimientos por sí mismos no implican
direcciones ni consecuencias, los acontecimientos nunca se relacionan entre sí,
salvo en la mente de quien se siente a pensarlos. En lamente del espíritu
eterno son descarnadamente neutros, no tienen carga positiva ni negativa,
porque en realidad sólo existen como los recortes artificiales que cada
conciencia individual aísla del todo indivisible, el continuo inabarcable que,
a la luz de lo ocurrido, me sentía un poco más cerca de ser capaz de vislumbrar.
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