De A propósito de Majorana, p. 15
-Se trata de un fisico -dije-, un
fisico siciliano. Uno de los cerebros más ilustres que haya parido esta patria
suya y que desapareció en misteriosas circunstancias el 25 de marzo de 1938. Su
nombre era Ettore Majorana.
El que respondía a las preguntas
era yo. El que las hacía el comisario Salvatore Espósito de la cuarta
comandancia de la policía mucicipal de
Sorrento, provincia de Nápoles, y me gustaría decir que esto que aquí refiero
se reduce a una simple anecdota policial, con sospechosos y desaparecidos y con
pistas que tarde o temprano conducen a una solución más o menos satisfactoria,
pero lo cierto es que es bastante más complicado. Ordenar los datos que forman
parte de una historia implica siempre falsearlos, fundar sentidos allí donde no
los hay, inventar relaciones que liguen las causas con los efectos. Los acontecimientos
por sí solos no implican direcciones ni consecuencias, los acontecimientos
nunca se relacionan entre sí, salvo en la mente de quien se siente a pensarlos.
Los acontecimientos en sí mismos son descarnadamente neutros, absolutos. No
tienen carga positiva ni negativa, o quizá sea más correcto decir que por cada
uno con carga positiva hay otro idéntico y opuesto que se ocupa de anularlo y
que en el fondo es el mismo, pero eso yo todavía no lo sabía. Siendo fieles a
la verdad, de hecho, y limitándonos a lo ocurrido hasta ese momento, ni
siquiera podría afirmarse que alguien hubiera desaparecido realmente, como
tampoco era del todo exacto que yo hubiera llegado hasta allí con la intención
de investigar nada. Había llegado, como la mayoría de las personas que llegan a
los sitios, no tanto por lo que allí me esperaba como por lo que había querido
dejar atrás.
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