Y así, todo se me aparece de la forma
más grosera, más repugnante ( Ana Karenina)
-¡Me asquea el amor!
Había estado pensando toda la
tarde en aquel pobre gato y, sin querer, cerro la verja de golpe. Arriba del todo,
entre redondeles y espirales de hierro despintado, algo inclinada y cubierta de
herrumbre se veía una fecha: 1886. Habían comprado la verja algunos años antes,
a precio de chatarra, en el derribo de una finca expropiada para el ensanche.
La casa adquirió en seguida un mayor empaque. Y también el jardín. Antes tenía
una puertecita de madera, y si el que entraba era demasiado alto tenía que
inclinarse un poco.
La verja, más amplia, dejaba
pasar mejor el aire y parecía que los árboles se habían dado cuenta de ello. El
naranjo, de naranjas agrias como la hiel, tenía las hojas más verdes. Los
rosales daban más rosas. Era una lástima que por aquella calle no pasara nunca
nadie. Terminaba dos jardines más allá
en una pared alta, el viento apenas movía las hierbas que nacían junto a las
piedras y había un gran sosiego, como si cada día fuese domingo. Se llamaba
Aloma porque así lo quiso un tío de su madre.
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