De Si viviéramos en un país normal de Juan Pablo Villalobos, p. 24
Mi padre finalmente se resignó al
silencio y a la tristeza, su única ocupación era hacernos piojito por turnos,
pero en lugar de calmarnos nos angustiaba, porque se concentraba tanto en su
ternura que parecía que el fin del mundo se acercara.
-¿Qué es eso?
-Balazos -respondía mi padre,
opuesto a cualquier intento de edulcorar la realidad.
-¿Los van a matar, papá?
-No, es sólo para asustarlos -se
apresuraba mi mamá a intervenir, conociendo la respuesta que mi padre nos
daría: para eso sirve la policía, para matarnos, o algo por el estilo.
-¿Y qué van a hacer con los
rebeldes?
-Los van a meter a la cárcel y
los ...
-Los van a soltar después, cuando
se hayan arrepentido del mal que hicieron.
-¡No, no, no! Ellos no hicieron
nada mal, les robaron las elecciones, tienen derecho a protestar.
-Los niños no pueden entender.
-Los niños ya están grandes y
pueden distinguir lo que está mal.
-Los vas a confundir.
-Mejor confundidos que engañados.
En la imagen Los olvidados
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