De La desparición de Majorana de Leonardo Sciascia, p. 66
Nosotros estamos hechos de la
misma substancia de la que están hechos los sueños, nuestra breve vida se halla
envuelta por el sueño.
Porque estas visiones, el vasto
jardín en cuyo centro nos encontramos, como una pintura de Desiderio Monsú, los
arcos y la fachada de una iglesia, .-derruida», dice el opúsculo con que nos ha
obsequiado el cartujo, por un terremoto; los largos y desiertos pasillos; las
celdas vacías, cada una con una ventana cuyo alféizar es escritorio (una
solución, dice el cartujo, muy apreciada por Le Corbusier); las antiguas
imágenes, amarillentos y carcomidos aguafuertes, del fundador de la orden, nos
dan una sensación de disolución y de irrealidad, como en un sueño cuando se
sabe que se está soñando. Aunque, posiblemente, ese paso de una frase del
diálogo a la otra tiene más que ver con el sentido de nuestro viaje, de nuestra
visita: quizás aquí, en este convento, alguien escapó de hacer traición a la
vida traicionando la conspiración contra la vida; pero la conspiración no se
extinguió por esa deserción, la disolución sigue adelante, el hombre se
disgrega y se desvanece cada vez más en la misma substancia de la que están
hechos los sueños. Y ¿acaso no es ya un sueño de lo que era el hombre, esa
sombra que quedó como estampada en cualquier trozo de pared, en Hiroshima?
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