De La desaparición de Majorana de Leonardo Sciascia, p. 13
El ciudadano que nunca ha hecho
nada en contra de las leyes ni de los demás, ha sufrido agravios por los que invocarlas;
al ciudadano que vive como si la policía existiera tan sólo para cuestiones
administrativas como la expedición del pasaporte o de la licencia de armas
(para la caza), si las circunstancias de la vida le llevan, de pronto, a tener
que ver con ella, o necesitarla por lo que es institucionalmente, le asalta un
sentimiento de zozobra, de impaciencia, de furor, que radica en el
convencimiento de que la seguridad pública se basa más en la escasa y esporádica
tendencia de los hombres a delinquir que en el empeño, la eficiencia y la
perspicacia de la policía. Convencimiento que tiene su parte de objetividad:
más o menos según los momentos, más o menos según los países. Pero cuando se
trata de una persona desaparecida, a causa de la ansiedad y la impaciencia de
aquellos que quieren encontrarla puede, incluso, ser del todo subjetivo y, por
lo tanto, injusto. Y reconocemos sin duda ser también nosotros injustos en lo
que concierne a la policía italiana por el modo, que nos parece descuidado y
sin perspicacia, en que la policía italiana condujo las indagaciones sobre la
desaparición de Ettore Majorana. No las condujo en absoluto, al contrario, dejó
que las condujeran los familiares,
limitándose, como se hace patente en el «informe», a «CO-laborar,. (y hasta
cierto punto, es fácil de imaginar, a fingir colaborar). Y somos también
nosotros injustos porque también nosotros, al cabo de treinta y siete años,
queremos «encontrar,. a Majorana, y para •encontrarle» tenemos tan sólo escasos
papeles
No hay comentarios:
Publicar un comentario