Las campanas de San Salvatore interrumpieron el ensimismamiento
de Josef Breuer. Sacó el macizo reloj de oro del bolsillo del chaleco. Las
nueve. Volvió a leer la pequeña tarjeta de borde plateado que había recibido el
día anterior.
21 de octubre de 1882
Doctor Breuer:
Quisiera verle por un asunto muy urgente. El futuro de la
filosofía alemana depende de ello. Le
espero mañana a las nueve de la mañana en el café Sorrento.
LouSalomé
¡Nota impertinente! Hacía años que nadie se dirigía a él de
forma tan atrevida. No conocía a ninguna Lou Salomé. El sobre no llevaba
dirección. No había manera de decirle a aquella persona que las nueve de la
mañana era una hora improcedente, que a Frau Breuer no le gustaría desayunar sola,
que el doctor Breuer estaba de vacaciones y que los “asuntos muy urgentes” no
le interesaban. Que, en realidad, el doctor Breuer estaba en Venecia para huir
de los asuntos urgentes.
A las nueve en punto, sin embargo, estaba ya en el café
Sorrento, escrutando los rostros que había a su alrededor
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