Daniela Astor y la caja negra de M. Sanz, p.144
La muerte de Sandra Mozarowsky
inaugura la colección de muertes prematuras y destinos rotos que pueblan las
páginas de un voluminoso cronicón amarillo: Azucena Hernández, Miss Cataluña,
se transforma en una mujer tetrapléjica con las muñecas retrotraídas en una
mutación impresionante; lnma de Santis, la muchacha con cara de doña Inés,
muere en un accidente automovilístico
en Marruecos -a su recuerdo algunos devotos le dedican un blog que eleva a lnma
a la categoría de santa intelectual, dotada actriz y directora de
cortometrajes-; Nadiuska, leona alanceada de triste pasado centroeuropeo, la pasión
por o de Damián Raba!, la exportación de carne, la esquizofrenia, la
mendicidad, los manicomios, las monjitas, los programas de caridad televisiva
que acuden a salvarla y venden una radionovela de posguerra cutre; Marcia Bell,
Gabriela Isabel Jakavicius Januleviciute -¿quién le dijo a esta mujer que se cambiara
el nombre?-, malquerida, quizá prostituta de alto standing, Marcia Bell ingiere
trescientas setenta y dos pastillas azules después de acordarse de su insigne
progenie de rusos blancos, de mirarse al espejo y descubrir, entre el rubio
oxigenado, las guedejas negras, el abotargamiento, la ojerita: «Quise que mi
suicidio fuera perfecto», dice Gabriela Isabel, pero ya no le queda fuerza ni
para esa perfección a lo Thomas de Quincey; Amparo Muñoz, el universo, la
adicción a la heroína, las vidas especulares de esas mujeres que son más bellas
que las diosas, rostros para esculpir en la superficie del camafeo, Ava Gardner
se agarra a su botellita de alcohol y de repente se mueve el tobillo de una
estatua griega, sale Ava de entre los rígidos pliegues de la clámide y los
hombres, deslumbrados, incrédulos, amedrentados,
atesoran los pellejitos de Amparo y de Ava, cuernos de rinoceronte, cabezas de
toro, reliquias que han de conservarse dentro del relicario, un dedo del pie,
la polvera, los leotardos de punto, el tumor cerebral dentro de un frasquito, otra
vez, la muerte ...
1 comentario:
¿don mariano loriente chinchilla?
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