De de Eduardo Menéndez Salmón, p.163
El mal encuentra justificación en
su existencia. El mal no necesita prueba ontológica, ni reducción al absurdo,
ni fe o profetas. El mal es su propia expectativa. Mi vida me ha enseñado que
es el bien lo que precisa de justificación. Es el bien lo que necesita un por
qué, una causa, un motivo. Es el bien lo que, en realidad, constituye el más
profundo de los enigmas.
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