De El olvido que seremos de H.AbadFacciolince, p.239
Esa misma mañana del 25 de agosto, mi papá había estado un
rato en la Facultad de Medicina, y luego en su despacho en el segundo piso de
la casa donde funcionaba la empresa de mi mamá en e1 centro, en la carrera
Chile, al lado de la casa donde había vivido Alberto Aguirre en su juventud y
donde seguía viviendo su hermano. Esa era la sede del Comité de Derechos
Humanos de Antioquia. Supongo que fue en algún momento de esa mañana cuando mi
papá copió a mano el soneto de Borges que llevaba en el bolsillo cuando lo
mataron, al lado de la lista de los amenazados. El poema se llama «Epitafio,. y
dice así:
Ya somos el olvido que seremos.
El polvo elemental que nos ignora
todos los hombres, y que no veremos.
Ya somos en la tumba las dos fechas
del principio y el término.
La caja, la obscena corrupción y la mortaja,
los triunfos de la muerte, y las endechas
No soy el insensato que se aferra
Al mágico sonido de su nombre.
Pienso con esperanza
en aquel hombre
que no sabrá que fui sobre la tierra.
Bajo el indiferente azul del Cielo
esta meditación es un consuelo.
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