De Lo que mueve el mundo de Kirmen Uribe, p. 64
Lo mismo que a Ludwig van
Beethoven. Cuando estaba componiendo, al maestro le gustaba pasear, si era bajo
la lluvia mejor aún, porque así se le aclaraban las ideas. En su vejez, estando
ya sordo, Beethoven iba cantando por los prados. Una vez, un campesino que
intentaba poner el yugo a sus vacas se quejó. Al ver a aquel hombre que cantaba
y agitaba los brazos, las vacas se asustaron. Se liberaron del yugo y huyeron
monte arriba. El campesino se puso a gritarle sus quejas, pero Beethoven no se
enteraba de nada. Al cabo de unos días los labradores de la zona se
tranquilizaron al enterarse de quién era aquel loco que paseaba por los prados
cantando y agitando los brazos, y a partir de entonces no le hicieron ningún
caso. Las vacas tampoco: levantaban un poco la cabeza, veían al loco y seguían
pastando.
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