De Cartas escogidas de WF, p.349
No sé cuándo me pondré a trabajar
de nuevo en ello, puede que entonces. La guerra no es buena para escribir,
aunque no sé por qué te lo digo. Esta sublimación y glorificación de todos los
instintos primitivos que creía el hombre haber enterrado salieron de nuevo a la
luz, usurpando un lugar preeminente, en realidad todo el espacio, en la
realidad y la constancia y la solidez del arte, de la literatura. Algo debe
debilitarse con ello; ya sea la literatura o el arte, como ha ocurrido otras veces y puede volver a
suceder. Sin embargo, es terrible vivir en este momento. Todavía demasiado
joven para permanecer impasible a los viejos e insidiosos súcubos de las
trompetas, y también demasiado viejo para convertirme en uno de ellos, o para
mantenerme impermeable, y por lo tanto demasiado viejo para escribir, para
disponer del tiempo que me queda esperando a que hayan concluido las trompetas y
los fulgurantes destellos de la gloria. Dispongo de un talento considerable,
quizás tan bueno como el de cualquiera de mis contemporáneos. Pero actualmente
tengo cuarenta y seis años. De modo que donde digo “tengo” pronto habrá que
leer “tuve”.
Cuando me ponga a trabajar de
nuevo en ello, y en el caso de que me ponga, ya te escribiré. Después de estar
presente por un tiempo en el frenético esfuerzo del cine por justificar su
existencia en una época de lucha y terror, estoy por concluir lo que no osan
admitir: que la palabra impresa y todas sus ramificaciones y fotografías es
nihil nisi fui; en una palabra, la huella de un dólar luchando frenéticamente
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