Nueva Ámsterdam
1664
De modo que aquello era la
libertad.
La canoa se deslizaba con la
corriente del río, afrontando con la proa el embate del agua. Al mirar a la
niña, Dirk van Dyck se preguntó si aquel viaje no sería una terrible
equivocación.
Un extenso río lo atraía hacia el
norte; un extenso cielo lo atraía hacia el oeste. Era aquélla una tierra de
muchos ríos, una tierra de muchas montañas, una tierra de muchos bosques.
¿Hasta dónde llegaría? Nadie lo sabía; en todo caso, no con certeza. Más arriba
de donde volaban las águilas, sólo el sol alcanzaría a ver, en su inmenso viaje
hacia el oeste, toda su extensión.
Sí, en aquellos territorios
desiertos había encontrado la libertad y el amor. Van Dyck era un hombre
corpulento; vestía pantalones anchos al estilo holandés, botas con caña vuelta
y jubón de piel. Como se aproximaban al puerto, se había puesto también un
sombrero de ala ancha adornado con una pluma.
Miró a la niña: era su hija. Una
hija del pecado, por el cual, según los dictados de su religión, merecía
castigo. ¿Cuántos años tenía? ¿Diez, once? Se había puesto contentísima cuando
él había aceptado llevarla río abajo. Tenía los ojos de su madre. Era una niña
india preciosa: su pueblo la llamaba Pluma Pálida. Sólo la blancura de su piel
dejaba traslucir la otra parte de su ascendencia.
-Pronto llegaremos.
El holandés habló en
algonquino,la lengua de las tribus de la región.
Nueva Ámsterdam era un
emplazamiento comercial, constituido sólo por un fuerte y una pequeña ciudad
rodeados de una empalizada De todos modos, era una pieza importante en el
amplio imperio comercial controlado por los holandeses.
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