EL CHICO DE LA MALETA
Serían más o menos las doce del
mediodía, abrí la puerta con cierta dificultad y oí cómo desde dentro de la
casa alguien pronunciaba mi nombre con sorpresa:
-¿Jorge?
-Sí -respondí todavía más
sorprendido-. Soy yo.
-Perdona, ¿puedes volver un poco
más tarde? Es que estoy acompañado.
-Bueno ... Arrastré de nuevo las
maletas hacia la calle y me senté en un
banco de la plaza de Isabel II a esperar a que el hermano de mi casera acabara
de echar un polvo mientras pensaba que sólo me faltaban unos cartones para que
me confundieran con un pordiosero o un desahuciado.
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