De La hija de la amante de AM Homes, p.139-140
No obstante, las cosas que se
encuentran en esta sala poseen una belleza indiscutible: rollos y rollos de
microfilms, imágenes de vidas vividas hace mucho tiempo, documentos escritos
con la caligrafía historiada del Viejo Mundo, no siempre igual de legible.
Examino los rollos primero despacio, sin apretar el botón de avance rápido para
no perderme a nadie, pensando que cada persona se merece una visita, un
reconocimiento.
La sala está llena de gente que
reconstruye su rompecabezas personal, y lo primero que se me ocurre es que no
rodos son adoptados: entonces, ¿qué están buscando? Me recuerdo a mf misma que
la búsqueda para responder a la pregunta de ¿Quién soy? no es privativa del adoptado. En esta sala todo el mundo busca
algo que le ayude a confirmar o desmentir parte de lo que cree sobre sí mismo.
Buscan respaldo, apoyo, por definición. Todos están enfrascados-sepultados en nombres, fechas,
códigos-, pero la mayoría prestan ayuda de buena gana. Algunos ofrecen
indicaciones valiosas y otros cuentan historias. A menudo pregunto: “¿Cuánto
tiempo lleva en esto?» «Siete años», me dice una mujer. «Empezó como un hobby,
un regalo de cumpleaños para mi marido>>, dice orca. “Empezó cuando murió
mi padre», dice una tercera”. “¿Ha probado los italianos? Tienen buenos
registros, incluso de judíos.»
Otra mujer se indina y susurra: “¿Ha
estado en Salt Lake City?" Salt Lake es “la montaña”, la meca de la información genealógica:
el cuartel general de los mormones, que recorren el mundo espigando datos
genealógicos. Todos los meses añaden a su colección de cinco a seis mil rollos
de microfilm. Casi nadie lo sabe, pero el motivo de que los mormones tengan
unos registros genealógicos tan magníficos es que están captando adeptos,
pretenden determinar la genealogía de toda la humanidad con el fin de prepararla
para una conversión póstuma. En la práctica están convirtiendo a los muertos a
la religión mormona: un bautismo por poderes. Tienen un ritual de purificación mediante
el cual los reclaman como propios. La comunidad judía puso el grito en el cielo
porque los mormones se hicieron con la información de las víctimas del
Holocausto -personas que fueron asesinadas por su religión- y las convirtieron
en mormonas. En 1995, la iglesia de los Santos del Último Día dijo que
cumpliría un acuerdo para detener el bautismo por poderes de víctimas del
Holocausto y otros judíos fallecidos, pero siguen haciéndolo. “Y cada día que
pasa crean más mormones. Una vez fui a pasar dos semanas”, me dice la mujer. “fue
el paraíso. Piénselo”, dice.
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