De La ciudad de cristal de Paul Auster, p. 40-41
Quinn había oído hablar
anteriormente de casos como el de Peter Stillman. En los tiempos de su otra
vida, poco después de que naciera su propio hijo, había hecho la reseña en un libro sobre el niño salvaje de Aveyron y por
entonces habla investlgado algo el tema. Por lo que podía recordar, el primer
relato de un experimento semejante aparecía en los escritos .de Herodoto: el faraón
egipcio Psamtik aisló a dos niños en el s1glo VII antes de Cristo y ordenó al
criado que estaba a cargo de ellos que nunca pronunciara una palabra en su
presencia. Según Herodoto, un cronista notoriamente poco fiable, los niños
aprend1eron a hablar; la primera palabra que dijeron fue la palabra con que los
frigios designaban al pan. En la Edad Media el santo emperador romano Federico
II repitió el experimento, confiando en descubrir, mediante la utilización de
métodos similares, el verdadero lenguaje natural del hombre. Pero los niños murieron antes de
haber dicho una palabra. Finalmente, en lo que sin duda era un fraude, a
principios del siglo XVI el rey de Escocia, Jacobo IV, afirmó que unos niños
escoceses aislados de la misma manera acabaron hablando u muy buen hebreo. No
obstante, los chiflados y los ideólogos no fueron los únicos interesados en el
tema. Incluso un hombre tan cuerdo Y escéptico como Montaigne consideró la
cuestión cuidadosamente y en su ensayo más importante, la Apología de Raymond Sebond,
escribió: Creo que un niño que hubiese sido creado en completa soledad, lejos
de toda asociación (lo cual seria un duro experimento), tendría alguna clase de
lenguaje para expresar sus ideas. Y no es creíble que la Naturaleza nos haya
negado este recurso que ha concedido a muchos otros animales ... Pero todavía
está por saberse qué lenguaje hablaría este niño; y lo que se ha conjeturado
acerca del asunto no tiene mucha apariencia de verdad.
Además de tales experimentos,
estaban también los casos de aislamientos accidentales -niños perdidos en el
bosque, marineros abandonados en islas desiertas, niños criados por lobos-, así
como los casos de padres crueles y sádicos que encerraban a sus hijos, los
encadenaban a la cama, los golpeaban dentro de un armario, los torturaban sin
otra razón que las convulsiones de su propia locura, y Quinn había leído toda
la extensa literatura dedicada a estas historias. Estaba la del marinero escocés
Alexander Selkirk (considerado por algunos el modelo de Robinson Crusoe) que
había vivido durante cuatro años en una isla frente a la costa de Chile y que,
según el capitán del barco que le rescató en 1708, «había olvidado su idioma
por falta de uso, hasta tal punto que apenas podíamos entenderle». Menos de
veinte años antes, Peter de Hanover, un niño salvaje de unos catorce años, que
había sido descubierto mudo y desnudo en un bosque cerca de la ciudad alemana
de Hamelin, fue llevado a la corte inglesa bajo la especial protección de Jorge
l. Tanto Swift como Defoe tuvieron la oportunidad de verle y la experiencia
inspiró el panfleto de Defoe Mera naturaleza bosquejada, publicado en 1726. Peter nunca aprendió a hablar, sin embargo, y
varios meses después fue enviado al campo, donde vivió hasta los setenta años,
sin mostrar ningún interés por el sexo, el dinero u otros asuntos mundanos. También
estaba el caso de Víctor, el niño salvaje de Aveyron, que fue encontrado en
1800. Bajo los pacientes y meticulosos cuidados del doctor Itard, Víctor
aprendió los rudimentos del habla, pero nunca progresó más allá del nivel de un
niño pequeño. Aún más conocido que Victor fue Kaspar Hauser, que apareció una
tarde de 1828 en Nuremberg, vestido con un estrafalario traje y casi incapaz de
emitir un sonido inteligible.
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