De Noticias del extranjero, de Alberto Manguel, p.226-227
El dolor puede destruir. El dolor
es, de hecho, tan poderoso que la misma idea de dolor puede destruir. El
conocimiento del dolor en otros puede destruir (esto es, una vez más, aquello
de lo que ustedes mismos deben cuidarse). Incluso la idea de! dolor en otros
puede destruir.
»Lo que tengo aquí, este pedazo
de vida vegetal, es en esencia idéntico a sus pacientes. Tiene piel, tiene
carne, y puede pensarse que las hojas de su interior corresponden a los órganos
y huesos internos. La única diferencia importante, muy importante, es que no va
a reaccionar. No va a gritar, rogar, llorar o cerrarse en sí misma. A ese
aspecto de nuestra tarea me referiré más adelante.
»Cuando e! cuchillo se acerca a
la pie! comienza la destrucción. Comienza antes de que el cuchillo llegue a
tocar la piel. El cuchillo establece la naturaleza de la relación inminente: metal
y carne, unidos. La primera inserción -(en este punto bajó el cuchillo y
suavemente dejó que la hoja hiciera un tajo en parte de la capa externa)-
provoca sorpresa. Sorpresa ante el primer dolor, sorpresa por la presencia
extraña, la hoja, dentro del cuerpo, y, sobre todo, sorpresa porque el dolor es
menor del que el paciente espera. A esta sorpresa, y a pesar del dolor, se suma
un vergonzoso sentimiento de alivio. »El segundo paso reafirma la destrucción.
El alivio puede llevar al paciente a
suponer que el proceso puede ser, o que incluso será, dado por concluido.
Ustedes deben dejar en claro que no cabe duda de que lo que está sucediendo es
para siempre. Extraen el cuchillo -(lo hizo con un cuidado supremo)- y,
sosteniendo entre los dedos la punta cortada de la tira de pie!, tiran hacia
arriba y hacia atrás --en la mano derecha sostuvo una cinta de vegetal
arrancada, con los filamentos verdes colgando hacia su palma . .. Ahora la
carne está abierta al aire. Ahora el paciente sabe que el procedimiento es de
ausencia, que jamás recuperará la pérdida. Y durante todo ese tiempo ustedes
deben decirse a sí mismos: yo no soy
parte de este país extranjero, este cuerpo extraño, este otro que sufre. Es él,
el paciente, quien ha causado eso. Yo no soy más que un trabajador. Estoy
haciendo mi trabajo. Y debo hacerlo bien.
Es importante que recuerden eso
en las ocasiones en que se usa alguno de los métodos con agua. En ese caso su
tarea es hacer que e! paciente abandone la tierra por el agua. Al sostener hacia
abajo la cabeza de! paciente, estarán regresando esa cabeza -no e! cuerpo
entero del paciente, solo la cabeza, una criatura en sí misma- al agua. Es, si
les parece, un acto de repatriación, un
cambio en el clima. Si ocurre la muerte, siempre se debe a la testarudez de!
paciente, como aquel que no desea abrigarse bajo una tormenta de nieve. Ahogar
no debe ser, en su vocabulario, un verbo transitivo. Deben repetirse para sí mismos:
nadie se maga jamás. La gente elige dejar de vivir. Ahogarse es una suspensión
de la voluntad.»