UN NIÑO Y SU MADRE. EL CUMPLEAÑ'OS
DE BOBBY. EL NUEVO INQUILINO. DEL TIEMPO Y LOS DESCONOCIDOS.
El padre de Bobby Gadield era uno
de esos hombres que empiezan a perder el pelo poco después de los veinte y
están totalmente calvos hacia los cuarenta y cinco. Randall Gadield se libró de
ese destino muriendo de un infarto a los treinta y seis. Era agente
inmobiliario y, cuando exhaló el último suspiro, yacía en el suelo de la cocina
de una casa ajena. En el instante en que el padre de Bobby expiró, el potencial
comprador de la vivienda se hallaba en la sala de estar, intentando avisar a
una ambulancia a través de un teléfono desconectado. Por entonces Bobby contaba
tres años de edad. Guardaba vagos recuerdos de un hombre haciéndole cosquillas y
besándole las mejillas y la frente. Tenía la casi absoluta certeza de que ese
hombre era su padre. AÑORADO CON TRISTEZA, rezaba en la lápida de Randall
Garfield; pero la verdad era que su madre no parecía muy triste, y en cuanto a
Bobby ... en fin, ¿quién podía añorar a alguien al que apenas recordaba? Ocho
años después de la muerte de su padre, Bobby se enamoró con locura de una Schwinn de
veintiséis pulgadas que vio en el escaparate de la ferretería Western Auto.
Lanzó a su madre toda clase de indirectas sobre la Schwinn y, finalmente, una noche, se la señaló cuando
volvían del cine (habían visto Tbe Dark at tbe Tap af tbe Stints, que Bobby no
entendió pero disfrutó igualmente, sobre todo la escena en que Dorothy McGuire
se dejaba caer en un sillón y enseñaba SUS largas piernas). Al pasar frente a
la ferretería, Bobby, como quien no quiere la cosa, mencionó que la bicicleta
sería un estupendo regalo para algún
niño afortunado en su undécimo aniversario.
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