De Informe de interior de Paul
Auster, p. 63
El indio salvaje representaba
todo lo que era sensual, liberador y sin trabas, era el id dando rienda suelta
a sus libidinosos deseos en contraposición al superego de los vaqueros, los héroes
de sombrero blanco, del opresivo mundo de incómodos zapatos, relojes
despenadores y aulas sin ventilar, con demasiada calefacción. Tú no conocías a
ningún indio, desde luego, no habías visto ninguno salvo en películas y
fotografías, pero Kafka tampoco había puesto los ojos en ningún indio, lo que
no le impidió escribir un relato de un solo párrafo titulado «El deseo de ser
piel roja»: «Si se pudiera ser un indio, siempre alerta, y montado en un caballo
veloz, encorvado contra el viento ... ", una sola frase, sin puntos, que
capta plenamente el deseo de desprenderse
de las limitaciones, de dejarse ir, de escapar de las embrutecedoras convenciones de la cultura occidental. Cuando estabas
en tercero o cuarto de primaria, esto es lo que habías asimilado: los blancos
que llegaron aquí en el decenio de 1620 eran tan poco numerosos que no tuvieron
más remedio que hacer las paces con las tribus circundantes, pero una vez que
aumentó su número, cuando la invasión de inmigrantes ingleses empezó a crecer, y luego siguió creciendo, la situación se
invirtió. y poco a poco se fue expulsando, despojando, masacrando a los indios.
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