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Me llamo Serena Frome (rima con plume)
y hace casi cuarenta años me encomendaron una misión secreta del Servicio de
Seguridad británico. No salí indemne. Me despidieron dieciocho meses después de
mi ingreso, tras haberme deshonrado yo y haber arruinado a mi amante, aunque sin
duda él colaboró en su perdición. No me alargaré mucho hablando de mi infancia
y adolescencia. Soy hija de un obispo anglicano y crecí con mi hermana en el
recinto catedralicio de una encantadora ciudad provinciana del este de
Inglaterra. Mi hogar era agradable, pulcro, ordenado, lleno de libros. Mis
padres se llevaban bastante bien y me querían, y yo les quería. Mi hermana Lucy
y yo nos llevábamos un año, pero nuestras estridentes peleas adolescentes no
dejaron una huella duradera y nuestra relación de adultas se volvió más
estrecha. La fe de nuestro padre en Dios era muda y razonable, no se inmiscuyó
mucho en nuestra vida y a él le bastó para escalar sin percances la jerarquía
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